29. Por qué hizo Dios un hombre que podía pecar

Así pues, escuchad y entended, vosotros que decís en vuestro corazón: «¿Qué es esto y por qué ocurre?». Oh, por qué sois tan insensatos y tardos de corazón, vosotros, que habéis sido hechos a imagen y semejanza de Dios. ¿Cómo es posible que tanta gloria y honor que se os han dado fueran a mantenerse sin prueba, como si de nada se tratara, de algo sin valor? El oro debe ser acrisolado en el fuego; las piedras preciosas, talladas y aquilatadas; y todas las cosas semejantes han de ser minuciosamente probadas. Por tanto, oh hombres insensatos, ¿todavía creéis que lo que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios podría subsistir sin prueba alguna? Pues he aquí que el hombre debe ser probado más que ninguna otra criatura, y purificado por todas ellas. ¿Cómo?
El espíritu debe ser probado por el espíritu, la carne por la carne, la tierra por el agua, el fuego por el frío, la lucha por la conquista, el bien por el mal, la belleza por la fealdad, la pobreza por la riqueza, la dulzura por la hiél, la salud por la enfermedad, lo grande por lo pequeño, lo duro por lo blando, la altura por la profundidad, la luz por las tinieblas, la vida por la muerte, el Paraíso por los tormentos, el Reino Celestial por la Gehenna, lo terrenal con lo terrenal y lo celestial con lo celestial. Así, el hombre es probado por toda la Creación, en el Paraíso, en la tierra y en el Hades, antes de ser admitido al Cielo. Parece que sólo veis con claridad un poco de lo mucho que se esconde a vuestros ojos. ¿Por qué escarnecéis entonces aquello que ante la mirada del Señor es recto, sencillo, justo y bueno entre todo lo bueno? ¿Por qué os indignáis con esto? Dios es justo, pero el género humano es injusto al quebrantar los preceptos del Señor cuando trata de ser más sabio que Él.