31. Palabras del Evangelio

«Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: "Deja el sitio a este", y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto» . ¿Qué quiere decir esto? Cuando, por tus fieles obras, la inspiración celestial te llame para que acudas al tabernáculo donde se celebran sin cesar las bodas de la vida, donde abunda el júbilo y eternamente se festeja la pureza, el honor y la santificación de la rama virginal y la bienaventurada madre Iglesia, allí donde no hay desaliento porque ni se marchitan, ni se anublan, ni se agostan la semilla o la flor, inclina entonces tu corazón en la humildad, no lo ensalces con soberbia. ¿Cómo?
Cuando, por amor a Dios, hayas arrojado de tu cuerpo lo terreno, ascenderás como bellísima flor que en la Jerusalén Celestial siempre lozana florece con el Hijo de Dios, en Quien aparecen todos los adornos de las almas; mira que el hombre viejo engendra todas las abominaciones humanas, pero el hombre nuevo edifica toda la santidad de la virtud. Cuando llegues, pues, a esta santificación, avergüénzate de imitar, por apetito de vanagloria, a la antigua serpiente, que se desterró ella misma del lugar de la bienaventuranza. ¿Qué quiere decir esto? Si ves a otro más esplendoroso que tú, no te alces, enardecido el corazón, sobre él, diciendo: «Quiero ser superior o igual que este». Si así te exaltas, ¿acaso serías, entonces, un siervo fiel, provocando la ira del Señor al oponerte a Él? Pues si al ver que otro tiene talentos más poderosos que los tuyos, por envidia le escarneces, no estarás caminando por la senda llana, sino errando en los desvíos.
Procura, pues, servir humildemente al Señor, no te embriague la soberbia, ni con vanos sueños de grandeza te ensalces por encima de quien, en justicia, brilla con mayor anhelo de vida eterna que tú y, por su fervor celestial, ha sido convidado a las alturas de la bienaventuranza por Él, que se muestra misericordioso para con todos los que aman la verdad; no sea que viniendo con Su sabio ojo Aquel que, por santa inspiración, os convidó, a ti con el obsequio de la humildad y al otro con la dádiva del amor, te juzgue con Su recto juicio diciéndote: «Tú, que te has ensalzado con inflamada soberbia a un lugar que no te corresponde, abandona tu vanagloria y deja, por obediencia, a este bienamado Mío la cumbre de honor que temerariamente le has arrebatado». ¿Qué será de ti entonces?
Mira, si fueras así degradado, irías a ocupar el último puesto de la abyección, sintiendo la angustia de la desolación y la tristeza y, abatido, abominarías de ti mismo, porque el Pastor de las almas te habrá despojado del honor ajeno que arrebataste con argucias cuando te opusiste a Él, pretendiendo apoderarte temerariamente de lo que no te correspondía; ah, entonces se te quitará lo que quisiste tener, y lo que no quisiste se te dará. Así también, cuando una orden menor se ensalce sobre otra mayor, por justo juicio Mío caerá abatida, pues no quiero ante Mis ojos la soberbia sino postrada en la confusión. Porque si una sierva se exalta por encima de su ama, tanto más la despreciarán cuantos la vean, ya que ha intentado ser lo que no debió desear.