Como estos astros han sido dispuestos en el firmamento por Dios Creador y sobre sus diferentes funciones.

XXXII. En dirección del mediodía, junto a la imagen del hombre, y debajo de sus pies, aparece el sol, representado claramente en su círculo y con su disposición y orden claros y diferenciados. Corre hacia el sur y hacia occidente, pero no, sin embargo, de modo que se pare bajo de los pies del hombre, sino de tal manera que cuando, después de la vuelta al firmamento, alcanza el occidente, lugar del ocaso, evita la región septentrional y reaparece en el firmamento por el oriente.
Y del medio del primer y más elevado astro, situado sobre la cabeza de la imagen del hombre, salen como rayos, de los cuales uno desciende hasta el signo del sol. Significa que de la fuerza de este astro principal, el primero que se muestra por el oriente porque de allí procede la luz del día, provienen los rayos de su energía. Un rayo se dirige hacia el sol al que proporciona su ayuda, templa su curso, para que no libere excesivamente sus fuegos. Otro rayo irradia sobre la pinza derecha de la cabeza de cangrejo que procede de la cabeza de leopardo, porque el mismo astro, surgiendo de la parte donde se opone al viento, manda un rayo que aumenta la fuerza de emisión de aquel viento, que sopla adelante y atrás, a partir del viento principal de oriente del que es colateral. Y así lo retiene establemente para que no supere los confines asignados por Dios. Otro rayo, que proviene de esta parte del mismo astro, llega hasta el cuerno derecho de la cabeza de ciervo, la que sale de la cabeza de leopardo. Este rayo, resiste el empuje del viento que nace aquí del viento principal, moderando sus impulsos, para que emita sus soplos en medida correcta y conveniente a la necesidad, igual que un hombre retiene los brazos del enemigo, para que lo mate ni mate a otros. Así las criaturas se mantienen en sus confines recíprocamente y se apoyan una a la otra.
Del centro del signo del segundo astro también cae algo como un rayo hacia el signo del sol. Este astro muestra su fuerza dando al sol con su rayo, y lo endulza con su caricia. Otro rayo va en dirección a la cabeza de cordero que proviene del signo de la cabeza de león. Significa que el rayo que proviene de la parte mas clara y fuerte se extiende hasta el principio del viento colateral, a la cabeza de cordero, que significa la mansedumbre, y procede del viento principal de la zona meridional, reteniéndolo para que no transforme su dulzura en ferocidad, antes bien, persevere en la dulzura sin ponerse importuno. Otro rayo se prolonga hacia la línea de que se ha hablado, que se alarga en el firmamento desde el principio de la parte oriental de la rueda hasta el final de la parte occidental de ella, pasando por la región septentrional, y sobre él está la cabeza de cordero que sale del signo de la cabeza de oso. Significa que el rayo, proveniente del vigor y esplendor de otro rayo, se extiende hasta el punto en que llega el otro viento colateral que sale del viento principal del Norte. El viento pequeño resiste al grande con todas sus fuerzas, templándolo para que sople de manera uniforme.
También el signo del tercer astro se encuentra en medio de este viento. Alarga de su centro algo como un rayo hacia el signo del sol, porque este astro, como los otros más elevados, asisten al sol con el vigor de su fuerza y el resplandor del propio ardor y lo sirven templándolo, como el sirviente presta servicio a su señor cuando está listo y disponible para cumplir la voluntad de aquel. Dirige otro rayo hacia la cabeza de serpiente que procede del signo de la cabeza de león. Muestra como, por su propia capacidad, el rayo se extiende hasta el principio del viento colateral, que exhibe ahora astucia y ahora prudencia, y que deriva del viento principal meridional. Este rayo retiene y comprime sus soplos para que en sus movimientos no avance más allá de la medida. Otro rayo se extiende todavía hasta la mencionada línea, hacia la cabeza de la serpiente, rayo que sale del signo de la cabeza de oso, y se va alargando. Significa que también de la parte más activa de su ardor, aquel en que tiene mayor energía, el resplandor se extiende hasta el punto de comienzo del viento colateral que se mueve a menudo con astucia y dureza. Este viento colateral procede del viento principal de la región septentrional. Resiste la fuerza del viento principal, evitando que produzca a los hombres peligro y daños más grandes que los permitidos por el juicio que sigue al examen divino, análogamente a lo que se ha explicado anteriormente en los otros casos.
Los astros descritos son auxiliares del sol. Sin ellos el sol no podría existir. Le aportan calor, tal como la vista, el oído y el olfato proveen calor y fuerzas al cerebro.
Como ves, también el signo del sol emite algo como rayos, con uno alcanza la cabeza del signo del leopardo, con otro el signo de la cabeza de león, con otro el signo de la cabeza del lobo pero no al signo de la cabeza de oso, ya que el sol, siendo el más grande de los astros, con su fuego calienta y dota de energía a todo el firmamento, y su resplandor ilumina el orbe terráqueo. Con su fuerza y sus energías opone resistencia al viento principal oriental, al meridional y al occidental, para que no superen los límites que les ha puestos Dios. No alcanza en cambio el viento septentrional, porque este viento se muestra enemigo del sol y desprecia el resplandor de la luz. Por esta razón también el sol lo desprecia y no le envía ningún rayo, y se contenta con atrancarle su camino, para rechazar su furor. El sol nunca penetra en estas zonas en las cuales el diablo da pruebas de su iniquidad y de su oposición al Dios. Pero, lo mismo que los sentidos y la inteligencia del hombre protegen el cuerpo entero, también el sol emite un segundo rayo por encima del signo de la luna, y, por su calor, es él quien incendia la luna. También emite un rayo por encima del cerebro del hombre, y este rayo, lo fija, y luego lo despliega hasta ambos talones de la figura humana: porque es el sol el que confiere energía y equilibrio al cuerpo humano de arriba abajo, sustentando sobre todo el cerebro para que este último, por el poder de la inteligencia, mantenga la totalidad de las fuerzas del hombre. Así la parte superior del hombre, donde se encuentran los sentidos, penetra todos los órganos interiores, lo mismo que el sol ilumina la tierra entera.
Pero cuando a veces los elementos emanan tempestades bajo el sol, el fuego del sol se oscurece como en un eclipse. Eclipse que significa los errores y es visible cuando los corazones y las mentes de los hombres caen en error, de forma que no caminan sobre la línea recta de la ley, sino que combatan en numerosas batallas los unos contra los otros. El rayo de sol de que se habla, llega a los talones del hombre, ya que, como el cerebro gobierna todo el cuerpo, y el talón sustenta todo el cuerpo del hombre, así el sol templa con su energía todos los elementos del hombre, como vivifica todas las otras criaturas.
Y del centro del quinto astro, el más próximo al sol, sale algo como un rayo hacia arriba, hacia el sol, ya que con la fuerza de su ministerio, este astro, que está sometido al sol, se afana en endulzarlo a fin de que el sol no queme demasiado. El mismo rayo se extiende hasta la cabeza de cangrejo que sale del signo de la cabeza de lobo. Significa que el rayo, gracias a la fuerza poderosa de aquel astro, se alarga hasta el punto de comienzo del viento colateral al viento principal de la región occidental de que deriva, y pone un freno a su inestabilidad, como ya se ha dicho anteriormente a propósito de los otros. El astro en cuestión se dirige al cuerno izquierdo del signo de la luna, mostrando que, mediante su energía, también manda un rayo a la parte más débil de la luna, sea creciente o sea menguante. En fase creciente la ayuda, para que reciba su luz más rápidamente y con más fuerza. En la fase menguante la ayuda para que decrezca suavemente y sin peligro.
Del medio del signo del sexto astro, el más próximo a la luna, parte un rayo en dirección al signo del sol, porque, por su vigor, él, que es vecino de la luna, frena el ardor del sol con la dulzura de su misión, para que el sol no se inflame en exceso. Otro rayo se dirige hacia el cuerno derecho del signo de la luna, porque su fuerza manda un rayo a la parte más fuerte de la luna, frenándola para conseguir que evite la zona septentrional, y así pueda acercarse ordenadamente al sol en fase menguante, y alejarse de él en la forma debida después de haber sido encendida por su luz. Otro rayo se alarga hasta la cabeza de ciervo que procede del signo de la cabeza de lobo. Se alarga desde el poderoso resplandor de su claridad, hasta el punto del inicio del viento colateral que emana del viento principal occidental. Este rayo refrena la repentina velocidad del viento para que no supere la meta que el orden divino le ha impuesto, sino que proceda con la exacta medida.
Desde el signo de la luna, algo como un rayo irradia sobre ambas cejas y sobre ambos talones de la imagen humana. Significa que la luna regula con su natural virtud el cuerpo del hombre tal como las cejas protegen el ojo para que pueda ver, y como los talones sustentan el peso del hombre. Del mismo modo, las fuerzas de la luna regulan por disposición divina los miembros del cuerpo del hombre, de arriba abajo. Pero la luna no alcanza la misma perfección lograda por la fuerza del sol, porque en el ejercicio de su función el sol toca el cuerpo del hombre con mayor perfección y la luna con mayor moderación. La luna cumple su recorrido tanto en el calor como en el frío, porque es caliente en fase creciente, fría en fase menguante. En cambio el sol está en pleno ardor desde el oriente hasta el mediodía y sucesivamente atrae hacia sí el frío hasta occidente. Antes de menguar, la luna también recibe la luz del sol, porque el sol enciende el círculo apagado de la luna con una chispa, como si esta chispa se hubiera escapado de la respiración del sol y hubiera subido bien alto. Después de haber sido encendida, la luna baja despacio a su lugar. Y tal como el sol enciende e ilumina el círculo de la luna, también asegura firmeza a todos los elementos, tanto los que están arriba en el firmamento como los que están debajo. La luna tiene una función auxiliar del sol en dar luz a las cosas de debajo, del mismo modo en que el sol ilumina a los superiores y los inferiores. La luna es mucho más fría que el sol en razón de la humedad acuosa, por la nube que tiene debajo de ella y por el aire que está sobre la tierra. El sol consumiría con su fuego todo completamente, si la luna no le opusiera resistencia, ya que la luna templa el ardor del sol con su humor frío.
De este modo el sol y la luna están, por disposición divina, al servicio del hombre, a quien aportan salud o debilidad según la temperatura del aire y del viento. El signo del sol envía sus rayos al hombre desde el cerebro hasta los talones, el signo de la luna envía sus rayos al hombre partiendo de las ceja hasta el talón de la imagen del hombre, como ya se ha dicho. Efectivamente, cuando la luna está en fase creciente, aumentan en el hombre el volumen del cerebro y la sangre, cuando la luna está en fase menguante, el cerebro y sangre en el hombre disminuyen de volumen. Si en aquel momento el cerebro del hombre se mantuviera siempre en idéntico estado, el hombre se volvería loco y sería más salvaje que una fiera. Y si la sangre se mantuviera en el hombre en la misma medida, sin sufrir incrementos y disminuciones, pronto el hombre estallaría y no podría vivir. Cuando la luna está llena, también el cerebro del hombre está colmado, y entonces el hombre es sensato, pero cuando está vacía, también el cerebro del hombre se vacía, y entonces también el hombre está en alguna medida privado de sentido. Cuando en cambio, la luna está seca y ardiente, el cerebro de algunos hombres es ardiente y seco, por esto enferman del cerebro y son menos sensatos, y entonces no tienen la plena disponibilidad de los sentidos para obrar. Pero cuando la luna está húmeda, también el cerebro de los hombres se pone húmedo más allá de la medida, y así tienen dolores en el cerebro y pierden los sentidos. Cuando en cambio la luna está atemperada, el hombre goza de buena salud en la cabeza y en el cerebro, y tienen los sentidos llenos de vigor, porque los humores interiores del hombre están quietos cuando los elementos externos están en equilibrio, mientras que cuando éstos están turbados e inquietos, los humores del hombre a menudo están agitados, ya que el hombre no puede vivir sin la acción equilibrante de los elementos a su servicio.
Pero, como ya hemos dicho, el signo del sol aparece ordenado del mismo modo con que ha sido representado por encima de la cabeza de la imagen humana, con sus rayos vueltos a los lugares indicados. Está colocado sobre el lado derecho de la imagen, completando su círculo, e igualmente bajo sus pies. Esto es así porque el sol, cuando está en la región oriental, permanece inalterado y en la misma órbita, desde la cual manda el resplandor de sus rayos hacia los lugares que han sido indicados, así también resplandece en la región meridional y occidental y se queda en el mismo círculo y resplandece sobre las mismas regiones, empujadas por la fuerza del movimiento circular del firmamento, desde oriente, por el mediodía, y en dirección oblicua, hacia occidente, porque en su viaje se esfuerza por recorrer una órbita contraria a la dirección del firmamento. En efecto, los astros se mueven circularmente de occidente hacia oriente en sentido contrario al firmamento, con el objeto de contrastar con el fuego propio el fuego del sol y para ayudarlo a tenerlo encendido. Porque, si ejecutaran su evolución junto al sol de oriente a occidente, el fuego del sol, que es rápido en ir hacia adelante, se debilitaría por falta de renovación al volver atrás. Por esta razón los astros van despacio contra el sol, de modo que, mientras el sol se mueve hacia adelante, al acercarse sitúan su fuego de entumecimiento sobre su espalda. Pero los astros evitan la región septentrional, porque aquí, en el reino del norte, está el lugar de las tinieblas, ya que no hay acuerdo entre la luz y las tinieblas. De este modo, pues, los mencionados astros han sido dispuestos en el firmamento por el Creador del mundo.
Y tú entonces, hombre que ves estas cosas, comprende que también conciernen a las realidades interiores del alma.

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