En la parte derecha, el hombre tiene el hígado donde está el manantial del calor. Por esto la derecha es más rápida de movimientos y más diestra en cumplir los trabajos, mientras a la izquierda están colocados el corazón y el pulmón que mantienen el ritmo de la respiración para que sea más capaz de cargar peso. Qué significado espiritual tiene esto.

X. En la parte derecha del hombre está el hígado y el cuerpo está muy caliente, razón por la que la derecha es mas rápida de movimientos y más diestra en cumplir los trabajos. A la izquierda en cambio están el corazón y el pulmón, que lo refuerzan haciéndole capaz de soportar pesos. Reciben calor del hígado como de un horno. Esto indica que a la derecha, es decir cuando el hombre bueno y justo goza de prosperidad y salud, la justicia obra con el Espíritu Santo de modo que el hombre, elevándose a Dios en la prosperidad, logre conducir a término cualquiera obra buena. En cambio, a mano izquierda, para evitar la adversidad, el hombre desea vivamente ser confortado con la fuerza de la justicia, profesando la misma fe en Dios con corazón sincero.
Cuando estos humores en movimiento tocan las venas del hígado, sacuden las venitas del oído del hombre y a veces las perturban. Por esta razón a menudo la salud o la enfermedad se introducen en el hombre por el oído, por ejemplo cuando las noticias agradables nos traen alegría en exceso o cuando las noticias de las adversidades nos hunden demasiado en la tristeza. Así el temor de la justicia, provocado por los pensamientos honestos, aleja al hombre de la escucha del mal y lo dirige a la escucha del bien, ya que el oído introduce a veces en el alma cosas santas y a veces cosas infames, de forma que el hombre muchas veces pierde las ganas de imponer equilibrio en el bien y en el dolor. En efecto, la ciencia buena, si no escucha cosas buenas, es muda, porque lo que la buena ciencia conoce es lo que la buena escucha recibe, y por ello pone gran celo en tratar y transmitir cuánto le es dictado por la buena ciencia. Por tanto, después de haber compuesto todas estas cosas según la justa proporción, poniéndoles punto final, se calma. Así el hombre que repone un tesoro en su cofre, es decir cuando comprende el bien y el mal, recoge el bien en el secreto de su corazón y rechaza el mal lejos de si, como exhortan a hacer las palabras de Isaías:

 

Palabras del profeta Isaías adecuadas a facilitar el sentido de todo esto. En qué sentido hemos de entenderlas.

XI. “Desatas las cadenas de tu cuello, esclava hija de Sión, porque dice el Señor: sin dinero habéis sido vendidos y seréis rescatados sin dinero” (Is 52,2-3). Esto se interpreta así: Destruye con la penitencia la cadena de tu primera esclavitud y tu transgresión, oh tú, hombre que fuiste contado en el número de las hijas de la eterna paz en el paraíso, porque cuando perdiste el paraíso has sido colocado bajo el yugo de una multitud de dolores. Por esto el Señor de todas las cosas os habla, a vosotros, que os habéis atado con los lazos del pecado por vuestra libre voluntad. De este modo os habéis vendido de balde, solo lograsteis que Dios prometiese el dolor a la primera mujer, a ella que, por su desobediencia al mandato divino, fue privada del paraíso y perdió el nombre de hija de Sión. Pero seréis redimidos sin el dinero de la codicia terrenal, puesto que vuestro Redentor vino al mundo en la naturaleza virginal y estableció que también vosotros renaceréis a la vida a obra del espíritu y del agua, para reconduciros así al lugar que por herencia os había destinado. Quien persevere, pues, en este nacimiento según la justicia, no se alejará de las alturas de Sión. El hombre de fe se eleva a Dios, rechazando el pecado y abandonando todo mal, y desea ardientemente lograr el reino de los cielos, pidiendo a Dios la ayuda de las buenas obras. Y si fuera perseverante y firme en su solicitud, como el ciego sentado pide limosna en el camino, pronto la gracia de Dios se fijará en él, y entonces, si lo ha visto abrirse a la luz y alzarse de las tinieblas, estará con él en todas las circunstancias, le inspirará obras justas y santas. Y ése, alejándose del mal, se deleita en las obras buenas y santas y saboreará su dulzura, porque no quiere alejarse de Dios, sino sustraerse del engaño de la serpiente.

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