LA CUARTA IMAGEN
Vi que la cuarta imagen tenía la cabeza como de serpiente, el pecho lleno de plumas como una gaviota, piernas y pies como una víbora. En cambio su espalda, la cola, y el resto del cuerpo eran parecidos a un cangrejo. Se movía precipitadamente aquí y allá, como llevada por el viento, y mientras se movía, agitaba todas las tinieblas anteriormente mencionadas. Luego se volvió al Norte y vertió mucho fuego por la boca. Y dijo:
IX. PALABRAS DE LA DESOBEDIENCIA
“¿Por qué respetar las ordenes de los demás? Cuando lo hacemos, no vemos ni valoramos lo que somos. Nosotros prestamos la legítima atención a la filosofía y somos más sabios que los demás. ¿No debíamos actuar según nuestros conocimientos? Ciertamente lo haremos. En efecto, muchos maestros nos establecen reglas según su propia voluntad y sus prejuicios: ¿Nos comportaremos como a ellos les gusta? ¿Qué es esto? Si yo viera los árboles llenos de hojas, si comprendiera todas las voces de los pájaros pero los maestros me dieran todas sus órdenes, finalmente no sabría qué hacer. En cambio lo que decido yo, sé cuanto bien y utilidad comporta y comprendo qué beneficio trae. Es mucho mejor para mí hacer lo que sé, que lo que no sé, porque lo que no conozco a veces es más nocivo que útil. Por lo tanto, haré lo que veo y toco y entiendo con mis propios sentidos. Buscaré entre las criaturas de la creación cuál me sirve para la salud o para la desgracia, ya que Dios hizo que me estuvieran sometidas a obediencia. ¿Y para qué me las habría sometido Dios, si no pudiera encontrar un signo de cuál pueda ser su utilidad? Por lo tanto, pensaré en lo que me complace de ellas”.
X. RESPUESTA DE LA OBEDIENCIA
Pero de la nube tempestuosa antedicha, oí una voz que contestó a esta imagen: “Yo, que obedezco a Dios, siento la unión con Él. Pero ¿cuál y de qué naturaleza es esta unión? Cuándo Dios creó todo con su Verbo y dijo el “Fiat”, se creó el mundo. Yo fui ojo y vigilé la ejecución de la orden de Dios. Y así todas las cosas fueron creadas. Cuando el primer ángel cobró vida enseguida se opuso a Dios, y entonces yo afirmé que sus obras no eran vivas, ya que él quiso ser algo que no era. Incluso intentó reprimirme y ofenderme, pero no lo logró. En efecto, yo existo como sol, luna, estrella, manantial de las aguas, y soy raíz en todas las obras de Dios, del mismo modo en que el alma está en el cuerpo. Y como la voluntad de un hombre lleva a cabo lo que él desea, así yo soy voluntad de Dios, porque cumplo todo lo que Dios prescribe. Yo estuve con Dios en su antiguo consejo, y Dios ordenó por medio de mí lo que quiso realizar. En las órdenes de su Palabra yo repiqué como cítara, ya que soy mandamiento suyo. Nada toco, nada quiero, nada deseo, si no lo que está en Dios, ya que provengo de Él y crecí por Él, y no quiero ningún otro Dios.
Tú, en cambio, prevaricación de los mandamientos del Creador, en tu presunción afirmas ser de Dios y no tienes respeto por nadie, sino que haces lo que quieres. ¿Pero dónde está el cielo, dónde está la tierra que has creado? ¿Y dónde está la belleza de los montes y los mares que has formado? Nada de eso has hecho, pero desprecias lo que Dios ha creado. ¿De qué modo? Cuando hablas de ti mismo y cuando decides todas las cosas únicamente según lo que te complace, tú no aceptas a Dios, que estuvo antes del antiguo origen de los días y estará después del cumplimiento del último día. Por tanto, oh pésima criatura, tú eres como las hojas secas de los árboles y como las escamas de los peces, estás destinada a caer, ya que tu nombre no apunta a ninguna utilidad, sino solo a la muerte”.
LA QUINTA IMAGEN
La quinta imagen tenía aspecto de hombre a excepción de su cabeza. De las rodillas hasta a las plantas de los pies estaba sumergida en las tinieblas. En su cabeza no apareció ningún otro rasgo salvo que estaba completamente llena de ojos de color negro, entre los cuales había un ojo casi en su frente que mandaba resplandores como fuego ardiente. Llevaba la mano derecha en el pecho, pero en la izquierda sujetaba un bastón y se envolvía en una capa de color negro. Y dijo:
XI. PALABRAS DE LA INCREDULIDAD
“No conozco otra vida que ésta que veo y toco, y que puedo palpar con mano. ¿Que recompensa me garantizará una vida sobre la que hay dudas? En cambio, de la vida material digo: 'esto existe, o bien, no existe'. Y así preguntando e investigando, viendo, escuchando y conociendo, nada logro encontrar sobre la otra. Y si en lo que la naturaleza permite ver, doy con algo que me favorece, ¿en qué sentido me perjudicará? Yo no camino por ninguna calle, ni me adentro en ninguna disciplina, sino en las que conozco bien. Cuando quiero volar sobre las alas de los vientos, soy derribado a tierra, o cuando interrogo al sol y a la luna sobre lo que debería hacer, me responden muy poco. Cuando percibo algún sonido, no sé si puede favorecerme o perjudicarme. No sé qué significa prever, nada conozco, sino lo que veo. También me llegan a los oídos muchos rumores, discursos y doctrinas que no conozco. Por tanto, haré lo que me sea más útil”.
XII. RESPUESTA DE LA FE
Y de nuevo oí una voz de la nube tempestuosa que he descrito, que dio respuesta a esta imagen:
“Oh tú, ser infame, eres el engaño del diablo que en su pecho niega todo lo que es justo. Por eso te muestras como un pecho. En efecto, los pensamientos que tramas tienden hacia el diablo, que está a tu derecha. Por ese motivo, tus ojos son tan negros que no puedes ver la vía de salvación que lleva al cielo, y que te derrota, a tí que eres la noche, como la derecha se abate sobre la izquierda. La derecha en efecto te derriba, y es gloriosa en su ascensión, ya que la ciencia del mal es como la criada de la ciencia del bien. Esta, en efecto, no quiere servir junto a la sierva, del mismo modo que la dueña no realiza las humildes tareas de la criada, y por esto tiene nombre glorioso, puesto que es llamada dueña.
Tú estás condenada, atraes sobre de ti la sentencia de condena ya que rehuyes todo lo fúlgido que hay en la fe. Tu modo confuso de razonar siempre produce el pecado en los hombres que engañas, puesto que no quieres caminar por el camino de los mandamientos de Dios. Yo en cambio, con la fe alabo a Dios junto a los ángeles, ya que deseo todas las cosas que pertenecen a Dios. Yo escribo todos sus juicios con los Querubines, juicios que los Querubines pronuncian tal como los ven en Dios. Pero también formulo juicios sobre todas las cosas a través de los profetas, de los sabios y de los escribas. Y también todos los reinos del mundo resplandecen en mí a través de la justicia de Dios. Soy espejo en Dios, puesto que resplandezco en todos sus mandamientos”.
LA SEXTA IMAGEN
Vi luego la sexta imagen, de aspecto femenino, cuya cabeza estaba cubierta por un velo oscuro a la manera de las mujeres, y el resto del cuerpo revestido por una prenda oscura. Ante su rostro aparecía una especie de monte de azufre ardiente, y a su derecha y a su izquierda había un monte de azufre de forma parecida, que se derrumbaron en las tinieblas y produjeron un gran estruendo. Y también detrás de ella, es decir junto a su espalda, se originó el sonido de un fragoroso trueno, y ella, aterrorizada, con grandes gemidos y temblores apretó sus brazos y manos sobre el pecho y se hundió por entero en las tinieblas diciendo:
XIII. PALABRAS DE LA DESESPERACIÓN
“Estoy completamente aterrorizada. ¿Quién podría consolarme? ¿Y quién podría socorrerme y arrancarme de las desgracias que me oprimen? Alrededor de mí está el fuego de la Gehenna y el celo de Dios me ha arrojado en el infierno. ¿Que me queda sino la muerte? Las buenas acciones no me producen ninguna alegría, en los pecados no encuentro ningún consuelo, y no encontré ningún bien en ninguna criatura”.
XIV. RESPUESTA DE LA ESPERANZA
Y de nuevo oí una voz de la mencionada nube tempestuosa que contestó a esta imagen: “Oh esencia de diablo, tú eres esencia de pecado, y no sabes y no consideras los grandes bienes que están en Dios. Si buscas cosas buenas, nadie te ayudará a encontrarlas sin Dios, pero si vas a la búsqueda del mal, nadie más que Dios te va a juzgar. Dios creó el cielo, la tierra y todas las cosas útiles, y quiso que también el infierno estuviera sujeto a sus órdenes. Todas las recompensas las da Él y todos los juicios de las malas obras vienen de Él. ¿Por qué te expones a la perdición cuando aún no has sido juzgada? En efecto, los espíritus malignos no reconocen a Dios y tú no confías en Él.
Todas las criaturas secundan los mandamientos de Dios, pero el diablo los rechaza, por lo que ha sido arrojado al infierno y no tiene ningún poder sino el que corresponde al infierno. Por tanto, nadie que quiera realizar algo bueno se imagina su destrucción, ya que Dios es el bien supremo y no deja sin recompensa las buenas obras de nadie. Yo, sin embargo, me siento en el trono de Dios con los buenos deseos, abrazo con la fe todas sus obras, y al realizar buenas obras atraigo a mí a toda la tierra. En cambio tú no haces eso, maldad mortal e infernal, ya que no confías para nada en ningún bien de Dios. ¿Qué te favorecerá este comportamiento? Atraes sobre ti muchos castigos que no ves, y así te juegas la vida con infantil necedad”.
LA SÉPTIMA IMAGEN
La séptima imagen tenía casi aspecto femenino. Estaba extendida sobre el costado derecho y doblando las piernas las levantó hacia sí, como quién está descansando en su cama. Su pelo era como llamas de fuego, los ojos blancos como la tiza, y llevaba en los pies sandalias blancas, tan lisas y resbaladizas que no podía caminar ni estar de pie con ellas. Emitía aliento y baba venenosa por la boca. Con la mama derecha amamantaba una especie de cachorro de perro, y por la izquierda, una especie de víbora. Con las manos arrancaba las flores y hierbas de los árboles y los prados y las olía con su nariz. No llevaba prendas, pero estaba entera ardiendo y al abrasarse, desecó como el heno todo lo que estaba a su lado. Y dijo:
XV. PALABRAS DE LA LUJURIA
“Yo envolveré en suciedad la imagen de Dios. Esto para Dios es muy desagradable, y así arruinaré todo. Ya que soy gloriosa y estoy también en la altura, me llevo todo lo que está permitido porque así es mi naturaleza. ¿Y por qué debería abstenerme, por qué debería negarme las cualidades de una vida alegre y un espíritu brillante? ¿Soy culpable acaso si solo llevo a cabo una pequeña parte de lo que me apetece? Si en cambio no cumplo lo que exige mi carne, estaré rabiosa, engañadora, fraudulenta, retorcida y envuelta en la inquietud. El cielo tiene su propia justicia y la tierra despacha sus asuntos; si la naturaleza de la carne le fuera desagradable a Dios, habría hecho de modo que la carne no pudiera realizarlo”.
XVI. RESPUESTA DE LA CASTIDAD
Y de nuevo oí una voz que desde la referida nube tempestuosa, casi desde la diadema real, dio una respuesta a esta imagen:
“Yo no soy perezosa como tú, inmundicia, tú que siempre te entretienes con la lascivia. Yo no me extiendo, en efecto, en aquella cama sobre la que tú yaces, tú que atraes la deshonra de la impudicicia. De mi boca pura no salen palabras venenosas que enseñan inmoralidad lúbrica, sino que saco bebida del rocío suave en el pozo de la bendición, ya que todas mis obras están con Dios en fresco descanso. En efecto, yo me siento en el sol y observo al Rey de Reyes, puesto que de buena gana cumplo todas las buenas obras.
No quiero la cola del escorpión, que te hiere con su suciedad. Poseo en cambio el gozo de la honestidad y la pudicia en la sinfonía de una vida agradable. En efecto, esta agradable vida que tengo no me obliga con el ultraje blasfemo de la inmoralidad y no me hiere con la suciedad de la impudicia. En cambio tú, ser inmundo, eres el vientre voraz de la serpiente y creciste por lo que oyó la oreja de Adán y Eva, cuando en ellos se desvaneció completamente el deseo de obediencia.
En cambio yo he tenido origen en la suprema Palabra del Padre. Cielo y tierra te confundirán cuando te vean desnuda en tu confusión”.
EL CELO DE DIOS
Y a la derecha del Hombre mencionado antes, vi una imagen con forma humana que tenía cara de fuego y un vestido de acero, que gritó contra los vicios descritos, diciendo:
XVII. PALABRAS DEL CELO DE DIOS
“Oh entrañas del diablo, torrente de sus maldades, que con sus mortales artificios infundes la muerte en el género humano, seréis confundidos por la sangre de Cristo y pereceréis en quien es Alfa y Omega, ya que sois la peor muerte”.