A. La búsqueda de Dios en la vida monástica
5. Las clases de monjes [RB1]
Como padre amante dice que algunos monjes difieren en su manera de vivir, debiendo advertir, a quienes en ello reparan, que la recompensa de las obras de cada cual, se les dará de acuerdo con sus méritos, porque, antes de los tiempos de San Benito, los monjes, no teniendo ninguna regla fija, vagaban de aquí para allá, despistados e inestables, por caminos diversos, faltos de enseñanza segura y de lugar fijo. Por esta razón describe él los elementos malos por su falta de estabilidad moral, como un aviso a los monjes fieles, para evitarles caer en semejante forma de vida.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
5. Hildegarda salta desde el pius pater de RB Pról 1 hasta el capítulo 1 sobre las clases de monjes, acerca de lo cual da alguna opinión de tono general, y enfatiza la importancia de la estabilidad. El dardo fijado en el centro del círculo de Ex 3 sugiere la estabilidad tanto como la discreción.
6. En silencio [RB 6]
Dada la importancia del silencio, no se conceda a los discípulos perfectos, sino raras veces, licencia para hablar (cf. RB 6, 3). Tal permiso se concede cuando surgen cuestiones que requieren consulta, asuntos materiales, o necesidades serias; y ese permiso es para hablar juntos, moderada y brevemente, según pida la cosa, no en privado. Y cuando se dé la señal, todos quedarán en silencio como es costumbre. San Benito no ha predeterminado este permiso, estableciendo el día y la hora, sino que se reservó el poder de concederlo cuando fuere necesario. Porque dio este permiso para hablar, únicamente cuando surgiera alguna necesidad o algún acontecimiento festivo lo hiciera conveniente. De cualquier forma, ya que es casi inhumano que una persona guarde siempre silencio, sin hablar nunca, él mismo deja este asunto, como hace con otras muchas cosas, en poder y al juicio del abad, que determinará el momento apropiado para que los discípulos se reúnan para hablar de cosas buenas y necesarias, y no se vean sobrecargados con el peso de un silencio excesivo. Así, después de esos permisos para hablar, estarán, sin duda, más dispuestos a mantenerse en el espíritu y la práctica del silencio.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
6. Habiendo ya pasado por el contenido doctrinal del prólogo, pasa a comentar temas importantes, como son el capítulo segundo, sobre el Abad; el tercero, la convocación de la comunidad para el consejo; el cuarto, los instrumentos de las buenas obras; y el quinto, la obediencia. Trata del silencio con detenimiento, como un asunto práctico, porque evidentemente era un tema candente en su tiempo para todas las claustrales. Su postura es que San Benito permite hablar cuando fuera necesario, pero sin establecer ningún momento determinado cada día para ello; esto lo deja al juicio del abad. La conversación debe ser seria, moderada, y practicada en común. No permite el extremo opuesto, es decir, el silencio inmoderado. Tampoco se refiere aquí Hildegarda a las relaciones discípulo-maestro, o al hablar fuera de control, dos temas muy frecuentes en la RB, Hay que advertir que no hace mención del hablar por señas.
7. Oración: Ordenamiento del Oficio Divino [RB 8-20]
En invierno, esto es, desde el primero de noviembre hasta Pascua, se levantarán a la hora octava de la noche, calculada razonablemente, de manera que reposen algo más de la mitad de la noche, y se levanten ya descansados (RB 8, 1). Se refiere al invierno, y dice que quien, en esta época del año está en vela una tercera parte de las horas de la noche, o duerme una tercera parte de las horas de la noche y del día, no podrá tener la mente despejada ni mantener el cuerpo dispuesto para el trabajo, pues tanto quien vela inmoderadamente, como quien duerme también sin medida, daña sus sentidos y su cuerpo. Así, pues, los hermanos deberán levantarse para las vigilias cuando hayan hecho la digestión, porque después de tomada la comida y la bebida, estos alimentos se transforman en algo distinto durante esas prolongadas horas de inactividad. Pero si la persona duerme inmoderadamente es fácil que caiga víctima de fiebres, y el calor interno le irritará la carne. Así, pues, para verse libre de todas estas cosas, y servir a Dios con fidelidad, es necesario acoger con una actitud de fidelidad la exhortación del amante padre. Teniendo en cuenta, además, que la sacudida o estremecimiento que produce el salir de la cama para las vigilias es en sí saludable para la persona, y que el cuerpo, al abandonar el sueño ocioso, se purifica.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
7. En su amplia disquisición acerca de la manera de organizar el oficio divino, demuestra un especial interés por determinar si lo que la RB dice de una determinada hora puede aplicarse igualmente a otras, y generalmente dice que no es así.
Así como Cristo fue un sanador, así también San Benito tuvo dones curativos; su discreción le mantuvo firme y estable en un saludable equilibrio en asuntos tales como el silencio y la palabra. Y lo mismo puede afirmarse respecto al sueño y las vigilias, donde muestra el mismo equilibrio.
Hildegarda sigue el común sentir del medievo acerca de la comida, hablando de la conveniencia de dormir hasta hacer la digestión, porque esto guarda relación con la aparición de inclinaciones sexuales.
San Benito usa las palabras pietas y pius (por ejemplo, en la frase, "padre amantísimo") solamente en el prólogo. También Hildegarda utiliza esta expresión al finalizar el párrafo.
8.
Luego sigue: "El tiempo que resta después de vigilias, lo emplearán los hermanos que tengan necesidad de ello en el estudio del salterio" (RB 8, 3). Esto lo dice para avisarles que no han de darse después al sueño o la ociosidad. Por el contrario, este intervalo, en el invierno, está cuidadosamente determinado para utilidad del alma, y al clarear el día debe dar comienzo la alabanza. Una vez establecido que este tiempo se use para la meditación o la lectura, dice así sobre este intervalo en verano: "Pero desde Pascua hasta el primero de noviembre, ha de regularse el horario de modo que a la celebración de las vigilias, tras un cortísimo intervalo en que los hermanos salgan a los naturales menesteres, sigan inmediatamente los laudes, que deben celebrarse al rayar el alba" (RB 8, 4 ). En este pasaje se advierte que lo mismo en verano que en invierno, haya tres lecturas o solamente una, nunca irán otra vez los hermanos de nuevo a descansar en la cama, ni después de vigilias ni después de laudes. Por el contrario, tanto en uno como en otro caso, se dirán las vigilias nocturnas pasada la media noche, y estarán ya cantando los laudes cuando empiece a amanecer. Nadie deberá sentirse agobiado por esta medida, antes al contrario, deberán alegrarse, porque, como ya dijimos más arriba, la persona que se levanta después de haber descansado más de media noche, para asistir a las vigilias, no se perjudica en nada, ni disminuye sus fuerzas.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
8. La Regla de San Benito es también moderada cuando pide al monje que esté despierto después de vigilias y laudes.
9.
"Acabados los salmos y dicho el verso, dé el abad la bendición..." (RB 9, 5). Esto no quiere decir que la oración del Señor haya precedido, de la misma manera que cuando escribe, refiriéndose al primer nocturno del domingo: "En dichas vigilias se mantendrá la misma medida; es decir, cantando seis salmos y el verso, como dispusimos arriba, sentados todos convenientemente y por orden en los asientos, se lean en el libro, como más arriba hemos dicho, cuatro lecturas con sus responsorios" (RB 11, 2). No es que la mencionada oración del Señor esté relacionada con el segundo y tercer nocturno, porque concretamente después de terminado el tercer nocturno, dice: "Dicho también el verso y después de terminado el tercer nocturno, dirán otras cuatro lecturas, del Nuevo Testamento, de la manera ya dicha" (RB 11, 7), sin hacer mención de la oración del Señor.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
9. Comentando la RB 9-12 (sobre el oficio nocturno) dice sencillamente que debe añadirse el Padre nuestro donde San Benito no lo dice expresamente.
10.
Pero cuando han terminado los seis salmos del segundo nocturno de los días ordinarios, dice: "Después de éstos, una lectura del Apóstol, que se dirá de memoria..." (RB 9, 10) y añade: "Pero no se deben leer las lecturas del volumen, porque las noches son cortas, sino que en lugar de estas tres lecturas se dirá una sola, de memoria, del Antiguo Testamento..." (RB 10, 2). Y también: "...Luego una lectura del Apóstol, que se ha de recitar de memoria..." (RB 13, 11). Todo lo cual demuestra que mientras los hermanos se dan a la lectura y la meditación tienen en la mente los pasajes leídos de la Sagrada Escritura, y en cualquier momento, sea o no de necesidad, se sirven de esas frases cortas, las cuales se han retenido sin que haya sido necesario recurrir a ningún libro, teniendo en cuenta haya o no luz. En cambio, San Benito nada dice en cuanto a las horas diurnas en lo que a la obra de Dios se refiere, dejando en libertad el recitar el capítulo de las lecciones mencionadas más arriba, o bien decirlas de memoria, o leídas en el códice. A estas horas no existe impedimento causado por la falta de luz.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
10. Este párrafo trata de cuáles de las lecturas breves del Oficio Divino deberán ser memorizadas y recitadas de memoria. Lo mismo que los modernos comentaristas de la Regla, interpreta Hildegarda que las decisiones de San Benito acerca de la lectura y la meditación (48, 13,23; 58, 5) incluyen la memorización de textos. Como acostumbra, Hildegarda ve una justificación práctica en esta legislación.
11.
Establece también que después de los nocturnos de domingos y solemnidades se lea el Evangelio. Quiere dejar bien sentado que en todo tiempo, sea de noche, o durante el día, se oiga el mensaje de Dios, y de esa forma, pueda ser practicado, y, sin duda, a causa de ello, sea Dios servido. Y pide, que al oír el Evangelio, los monjes recuerden aquellas palabras: "Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido..."(Mt 19, 27). Intenta también con esto que si alguno, a causa de la escasez de sacerdotes, o por cualquier otro impedimento, no ha podido asistir ese día a la Misa, haya al menos leído y oído el Evangelio.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
11. También enfatiza el oír y poner atención a la Palabra de Dios. Pone especial interés en el pasaje evangélico: "Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido..." (Mt 19, 27). Al hacer esto, aplica el pasaje específicamente al monacato, siendo así que los intérpretes o exegetas tradicionalmente lo han aplicado a los Apóstoles, o incluso a todos los creyentes, y que la liturgia tomó como antífona de comunión para el común de confesores no obispos.
La última parte del párrafo parece indicar que Hildegarda considera usual la práctica diaria de la Eucaristía, pero prevé que pueda haber excepciones.
En Scivias (2, 6, 46, ed. Führkotter, p. 270), dice que la comunión debe recibirse bajo ambas especies, excepto en el caso que se prevea que alguien derramara el vino.
12.
Una vez leído el Evangelio, dice: "... Y después de dar la bendición, comenzará el oficio de laudes" (RB 11, 10), lo cual no quiere decir que deba seguirse un intervalo para leer o meditar, ni tampoco prohíbe a los hermanos volver a sus camas, para descansar, en estos días, una vez finalizados los laudes. Tácitamente deja a su juicio volver a la cama si el tiempo lo permite, porque estarán cansados a causa de la larga duración del servicio divino de la noche. Téngase en cuenta que las cosas que el santo no permite hacer, las prohíbe abiertamente, y por otra parte, urge con toda claridad para que se haga lo que debe hacerse. Pero en lo que se refiere a la observancia del silencio, está claro que lo deja al juicio y discreción del abad y de los propios hermanos.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
12. Trata aquí de una frase de la RB en el capítulo 12, sobre las vigilias del domingo. Y da una interpretación poco sostenible, diciendo que ese día pudiera haber un intervalo entre vigilias y laudes, concluyendo que los miembros de la comunidad podrían volver a la cama durante este tiempo. Fundamenta esa interpretación en el hecho que- según ella- San Benito sea muy explícito en determinar las cosas que desea que se hagan, y por otra parte prohíba abiertamente lo que no debe hacerse, hace pensar que las cosas que no menciona las deja sencillamente al arbitrio del abad y de los miembros de la comunidad. Para Hildegarda ésta es la clave principal de interpretación de la Regla.
13.
De aquí que, al finalizar los nocturnos, laudes, y las horas diurnas del servicio divino, especifica que después de la invocación "Señor ten misericordia", se diga la oración del Señor: "En las demás celebraciones, en cambio, se dirá en voz alta tan sólo la última parte de la oración, de modo que todos respondan: Mas líbranos del mal" (Mt 6, 13; RB 13, 14). No se trata de introducir allí una oración colecta, porque después de haber mencionado "Mas líbranos del mal", añade: "Y así se terminarán las vigilias nocturnas"(RB 9, 11). También dice: "Y así se concluye" (RB 12, 4; 13, 11). También habla de "La despedida" (RB 17, 10) sin indicar ninguna oración colecta, sin duda, para que el excesivo cansancio no pudiera ser causa de rezar con negligencia la oración del Señor, pues ninguna otra oración es de mayor valor, y con ella termina el servicio divino. Al final de completas se dirá: " .. el himno de esta hora, una lectura, el verso, el Kirie eleison, y se hará la despedida con la bendición" (RB 17, 10), con lo cual se refiere a la bendición acostumbrada a través de los siglos, que se ha mantenido desde los tiempos del santo hasta nuestros días.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
13. Aquí, y en Ex 35, Hildegarda mantiene que San Benito no hace terminar las horas del Oficio con la oración colecta, sino que todas las horas, con excepción de completas, concluyen con la oración del Señor.
14.
Dice, además: "Recordemos siempre lo que dice el Profeta: 'Servid al Señor con temor' (Sal 2, 11) y 'Tocad con destreza' (Sal 46 [47], 8; RB 19, 3). Con esto está intentando hacernos comprender que había abreviado el servicio divino para que se realizase diligentemente y con alegría, sin cansancio; pero, si a pesar de haber sido abreviado, en algún momento se alarga, entonces ha de ser sostenido por el aliento de todos los cantores, porque donde se; verdaderamente corto, ese esfuerzo común no será necesario. Por lo que a 1; verborrea se refiere, en el oficio divino puede decirse que no cuenta nada delante de Dios. "Si cuando queremos solicitar a los hombres poderosos, no nos atrevemos a hacerlo sino con humildad y reverencia... (RB 20, 1), esta actitud se pondrá de manifiesto también en la brevedad de la oración:... La oración en comunidad abrevíese en todo caso..." (RB 20, 5). La oración se recomienda antes de cada hora canónica, y se especifica que "El ósculo de paz no debe darse sino después de haber orado." (RB 53, 5). Siendo el Dios altísimo a quien vamos a saludar, debe sin duda, preceder una breve oración, y una vez comenzada la salmodia se ha de mantener esa atención inicial, lo cual será posible siempre que no se arrastre un excesivo cansancio a causa de la prolongada oración precedente.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
14. Enuncia aquí el principio de que la participación litúrgica deberá ser ejecutada "con entusiasmo, con gozo y sin dar muestras de cansancio" (in gaudio et sine taedio, studiose). Con este principio en la mente, dice que San Benito acortó el servicio divino20 evitando de ese modo que la verborrea se introduzca en la oración litúrgica en general, lo que San Benito pudiera haber determinado tan sólo refiriéndose a la oración silenciosa, o a la oración colecta que sigue a los salmos.
Y cuando habla de que las largas secuencias {distinctiones) prolongadas las sostengan por medio del aliento ("ad spiritum"), quizá se esté refiriendo a la conveniencia de hacer inspiraciones profundas cuando se empiezan, y luego ir tomando aire suavemente, en diferentes momentos, a lo largo de cada sección. Pudiera, quizás, hacer referencia al Espíritu Santo. La sugerencia que hace sobre la conveniencia de orar brevemente antes de cada hora canónica, combina dos ideas dispares de San Benito. Y puede ser una crítica de las largas oraciones que precedían al Oficio en el monaquismo medieval.
15. Cómo han de dormir los monjes [RB 22]
"... Reciban el aderezo de cama en consonancia con su género de vida, según la disposición de su abad" (RB 22, 1), lo cual se complementa cuando habla del vestido y el calzado de los hermanos: "Para el aderezo de las camas bastará una estera, una colcha, una manta y una almohada" (RB 55, 15), y también: "Duerman vestidos..."(RB 22, 5), es decir, con sólo un vestido de lana usado sobre el cuerpo, con el fin de que no se acuesten desnudos. Pero no duerman con dos túnicas, pues no podrán aguantar. "Duerman vestidos y ceñidos con cintas o cuerdas..." (RB 22, 5), porque de esta forma, no se les caerán los vestidos que llevan, y no aparecerán desnudos.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
15. La interpretación que hace de RB 22,5 está, sin duda, relacionada con su argumentación de Ex 28. En su tiempo, los monjes generalmente usaban ropa interior. Y les dice que podrían quitarse el vestido y dormir con esa ropa en el caso que hiciera demasiado calor. Su interés en que los monjes no sean vistos desnudos lo repite en Ex 28.
16. Sobre los castigos [RB 23-30]
"Si se hallare algún hermano contumaz, o desobediente, o soberbio" (RB 23, 1), incurrirá en excomunión, si comprende el alcance de esta pena" (RB 23, 4). No se trata aquí de la excomunión legal promulgada por el sacerdote, litúrgicamente, sino de las simples palabras que separan de la comunidad algún hermano, bien sea en el refectorio, en el oficio divino en el coro, en el dormitorio, o en otro lugar. A los que puedan comprender, este castigo les producirá mayor vergüenza y confusión que la penitencia corporal;"... pero si es un obstinado, se le someterá a castigo corporal" (RB 23, 5). En otras palabras, castigúesele con golpes, o con penitencia física, porque con sólo palabras no se enmendará, y difícilmente lo hará incluso con el propio dolor sufrido en su carne.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
16. En un breve párrafo comenta el código penal de la Regla; puntualiza que la excomunión monástica es totalmente distinta de la excomunión eclesial formal. Ella misma pasó por la tristísima experiencia de esta última -en alguna medida- en los últimos años de su vida.