Capitulo 2.  

Peregrinación a Roma. Deliberación sobre su estado de vida


6. Como la pompa del siglo y las muchas riquezas de la familia le arrastraban al mundo, comenzó a preocuparse  por sí mismo, al modo de San Alexio que dejó padre, madre, casa y riquezas apartándose del mundo. Roberto eligió imitarle absolutamente en todo para poder servir a Dios en paz y libremente.
Su madre, al darse cuenta por indicios, aunque él se lo hubiera ocultado, le decía entre lágrimas:

-Hijo de mis entrañas acuérdate y escucha el lamento de tu madre viuda. Mira a tu familia que solo confía en ti y no nos dejes con una pena  intolerable;  podrás dar lo que te plazca de nuestras riquezas a los pobres y necesitados y a todos los indigentes. ¿Y que es mejor  y más útil para ti que servir a Dios así?

Su madre le hablaba con muchas lágrimas y gemidos, y el corazón del joven estaba sumamente agitado. En ese mismo lugar y época, algunos  nobles, tanto parientes como extraños, venían a decirle:

-Tú que tienes tantos honores, señorío, riqueza y posesiones, ¿por qué te vuelves tan despreciable?

Con éstas palabras y otras comparaciones le denigraban diariamente, atacándole para ver si sus buenas intenciones podían apartarle del buen camino, por lo que Roberto dijo decididamente a su madre:

-Por sugestión del diablo, que mira mi elección de vida con malos ojos, los asuntos del mundo me están entorpeciendo, y sin querer voy por la senda de mi padre. Por eso quería yo ir en peregrinación a poder servir libremente al único Dios.

Su madre, que tenía toda su  esperanza en Dios antes que el miedo la angustiara y abrumara, temiendo que la nobleza de la estirpe atrajera a su hijo y lo arrastrara al mundo, y prefiriendo estar privada de heredero a que su hijo se enredara con seducciones mundanas y sirviera al diablo, le dijo con tanto dolor como era capaz de tener:

-Hijo mío, puesto que te veo alterado por muchos consejos, haz lo que tu quieras y marcha a hacer esa peregrinación que hace tiempo deseabas hacer- Y le dijo:

-Tu eres el único extranjero en Jerusalén” (Luc. 24, 18)  Ponte en tu camino, y que [Dios] te devuelva  incólume a mí  para mayor gloria de su nombre.

De acuerdo con la voluntad de su madre, Roberto y algunos de sus hombres emprendieron peregrinación a los sepulcros de los Apóstoles Pedro y Pablo.
Cuando lo vieron los hombres de su región se admiraron en su interior y dijeron: He aquí un hombre noble. Su rostro resplandecía de benignidad pues la gracia del Espíritu Santo se había derramado sobre él, y por ello los hombres lo amaban con el abrazo de la caridad. Porque, así como cuando no hay nubes una estrella aparece iluminada y clara, así también se observa la bondad en la cara de un hombre que tiene familiaridad con el Espíritu Santo. Y cuando San  Roberto se encomendó a Dios por [intercesión de] los méritos de los Apóstoles Pedro y Pablo,  permaneció allí [en Roma] algún tiempo.



7. Una vez hecho esto, algunos religiosos de aquella región cuyo trato y conversación cultivaba, le preguntaron y él les abrió lo que llevaba en su corazón. Éstos le daban el consejo de que atendiera lo escrito en el Evangelio:

-Anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, luego ven, y sígueme. (Mat. XIX, 21), ya que las peregrinaciones  son buenas y útiles, pero no te privarán de la riqueza de ser noble.

Él se sometió a su consejo y determinó en su alma que se comportaría así. Cuando por fin volvió con su madre hizo edificar en sus tierras, que eran extensísimas,  villas e iglesias en los lugares donde no las había, y las distribuyó entre sus hombres mientras permaneciesen en el lugar, para ayudar también a su madre y a cuantos viniesen allí a vivir  y tuvieran necesidad.
Roberto pensaba dejar el ducado, el gobierno, su madre y sus posesiones y hacerse peregrino por el nombre de Cristo. Porque las posesiones que por derecho hereditario había recibido de su padre, su madre y otros parientes, alcanzaban hasta el lugar donde [luego] dejaron sus reliquias, es decir: Desde donde el Nava desemboca en el Rin, ribera arriba del Rin y se extendían sin interrupción hasta el  río Selsa y los otros dos ríos, el primero es el Wiza, el siguiente el llamado Apsa, y mas allá de Naha, en el río llamado Elram, que allí mismo asciende por medio de los tres afluentes de esa denominación y de ahí, por el Bosque Sane, se dirige a Simera donde  el río llamado Heienbach, desemboca en el Rin y hace un meandro.



8. Por aquella época el alojamiento de San Roberto y su madre estaba en ese mismo lugar a causa de la suavidad de los afluentes que desembocaban allí donde después fueron halladas las reliquias. Su comunidad estaba situada en aquel lugar, con edificios de construcción muy fuerte, y se extendía  por la llanura adyacente. [por un lado]  hasta el pie de la montaña cercana y [por otro] hasta la orilla del Rin.
Pero la ciudad estaba al otro lado del río Naha, y en ella estaban las casas de los criados y los pescadores, los establos de los caballos, los silos donde se almacenaba el grano y los lagares donde se exprimía el vino.
Esos lugares eran muy apreciados, de mucha celebridad y mayor abundancia de riquezas; dignos del mayor respeto por la gente importante de la época y por ello no solo era una de las ciudades más poderosas de la región, sino que era lugar de encuentro y tránsito de muchos hombres de diversas  provincias que asiduamente la  frecuentaban.



9. Finalmente, cuando San  Roberto llegó a la edad juvenil, es decir cuando llegó a los veinte años, muchos de sus parientes y criados lo arrastraban a las vanidades del mundo aunque él se mostraba renuente, y los rechazaba lejos de sí con palabras amables y correctas porque ardía en amor de Dios. Dios, que sabe todo tanto del futuro como del pasado y el presente, había previsto para él otra cosa. Había previsto que se lo llevaría en el momento en que creciera en santidad,  como un árbol lleno de frutos y exquisitos por naturaleza, para que su alma pudiera crecer en santidad con generosidad, e invirtiera en los demás las riquezas mundanas contra su propiedad  (al modo como hacen frecuentemente algunos hombres que empezaron obras buenas, y después estuvieron ansiosos [de terminarlas].
Finalmente la madre del  joven  San  Roberto, que servía devotamente  a  Dios con obras buenas y santas en la continencia de la  viudez, vio en sueños una  revelación divina: Se la desprendió una costilla de su costado. Muy asustada, tuvo frecuentes y densos gemidos y frecuentes  suspiros del corazón y  no mucho tiempo después, padeció realmente esos dolores. Su hijo San Roberto que había prometido dedicarse a Dios en cuanto dejara  atendida a su madre, comenzó a tener grandes fiebres.



10. El anciano que había visto antes en los sueños se le apareció en su enfermedad y le dijo:

-Yo soy el anciano de tiempos antiguos, que me aparecí a Daniel en visión nocturna. Y ahora también  me manifiesto a ti, y te llamo a la gloria de la felicidad suprema infinita; pues en verdad te mostré con anticipación el jardín en el que antiguamente te mostré las buenas y santas obras que has hecho.

Cuando Roberto despertó de su sueño, asustado por la tristeza y el miedo, porque libremente  había acabado lo que a Dios había prometido, refirió a su madre lo que había visto. A ella la golpeó inmediatamente una pena más grande con grandes gemidos y penas; y al oirla, Roberto tuvo la misma conmoción.
De este modo, después de estar enfermo treinta días, Dios lo sacó de esta vida en su vigésimo año de edad, después de una buena  confesión y con  temor de Dios, para que en edad más avanzada no siguiese los caminos de su padre, porque El que conoce todas las cosas, en su presciencia previó llevárselo.
En efecto, Dios lo predestinó y lo sustrajo de esta vida lleno de claridad e inocencia. Fue sepultado en el templo que él y su madre habían construido junto al río, en la comarca que hemos dicho, con la máxima concurrencia de gente de toda la región. Ciertamente había quienes lloraban porque se les había arrebatado en plena juventud, pero otros se alegraban por él, porque los milagros que Dios había hecho a través de él habían iluminado toda la región como el sol ilumina el día.
En efecto, durante ocho años Dios había hecho muchos signos y milagros por intercesión de su santo hijo amado en aquel lugar a los enfermos, cojos y cautivos; de tal modo que quien estaba atormentado por  tribulaciones, llegaba a su tumba y se libraba de ellas por la gracia de Dios.



11. Después de la venturosa muerte de su hijo, Santa Berta, viuda elegida de Dios, llevó sin interrupción vida santa con gran sentimiento. Puso al servicio de Dios todo lo que tenía en el sepulcro de su hijo y aprovisionó completamente de toda lo necesario a la congregación de los hermanos que allí servían a Dios con ceremonias religiosas.
Después de la muerte de su hijo, durante veinticinco años de vida realizó piadosamente, con justicia y toda bondad muchos trabajos por  amor a Dios con ayunos, limosnas, y oraciones. Después, corroída por la enfermedad, entregó el alma que siempre había estado atenta a los deseos del cielo. Regresó a Dios y fue sepultada en paz y con honor en la tumba de su hijo, en las referidas posesiones.



12. Muerta ella, dicho lugar persistió en paz y fama de santidad hasta el dominio de los normandos. Pero aquellos años terminaron después del transito feliz de Santa Berta. Por  juicio de Dios, la tribu de los normandos salió de sus límites y devastó muchas ciudades próximas al curso del Rin. También destruyeron Tréveris [año 882] y así avanzando, cayeron sobre la ciudad [Bingen] de Roboldo, padre de San Roberto, donde el río Naha confluye con el río  Rin, como anteriormente se  ha explicado, y también la aniquilaron  por la ruina y el fuego.
Cuando por fin fueron rechazados aquellos criminales, depusieron  su furia y regresaron hacia sus tierras, los habitantes que anteriormente vivían en ese lugar y que habían sobrevivido dispersos en diversos escondrijos, vieron la destrucción de su ciudad y se construyeron casas en  la otra orilla del río Naha, bajo la protección de las orillas de los ríos y de las montañas adyacentes. Y se llevaron al sitio que ahora habitan todas las maderas, piedras, material para cimientos y otros utensilios del antedicho lugar destruido que pudieron llevar a la otra orilla del Naha,
Y así el lugar inicial, que no hace mucho era influyente por lo numeroso de su población, la elevación de los edificios y  la  cuantía de sus riquezas, quedó  abandonado y en épocas posteriores cayó en la mayor desolación. Extranjeros y enemigos destruyeron todas las haciendas que San  Roberto había heredado, hicieron imposible usarlas y nada quedó sin  destruir salvo la iglesia, en la que como antes se ha dicho descansa junto a su madre el elegido de Dios, y así ininterrumpidamente hasta nuestros tiempos.
Y así también, cuando nosotras llegamos a ese lugar, nuestros ojos divisaron la iglesia como una señal de Dios, además de unas pocas viñas que pertenecen a la iglesia, compradas por Hermannus, obispo de Hildesheim  y su noble hermano a través de Bernardo que escribe esta crónica.


NOTA: El obispo Hermannus gobernó la iglesia de Hildesheim desde el año 1160 hasta el año 1174, en que  vuelto de  Palestina murió  en   Italia.