XXV. LOS OCHO VICIOS QUE SE OPONEN A LAS OCHO VIRTUDES, SON OBLIGADOS A VOLVER A LA PERDICIÓN.

Pero el hecho de que en la niebla descrita, que tiene en sí muchos tipos de vicios, como ya se ha explicado, aparezcan ocho vicios representados con sus imágenes, significa que en la tiniebla de la incredulidad y la perdición ruinosa, que producen las variadas artes del soplo diabólico, como se ha aclarado anteriormente, hay ocho vicios que se manifiestan con sus signos asquerosos, oponiéndose a ocho virtudes. Pero la divina potencia vence a los vicios y los obliga a volver en la perdición de la que provenían.


XXVI. LA INJUSTICIA, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La primera imagen representa a la Injusticia. No tiene ninguna alegría en la vida, y no se separa de la primera iniquidad, ya que el hombre que es completamente injusto realiza su primera injusticia para destruir con este acto todo cuanto fue y es justo.
Tiene la cabeza como un cervato, ya que en su perversidad, las mentes de los hombres injustos avanza a saltos, pisoteando toda providencia e inteligencia del bien, lanzándose al precipicio, mientras desean parecer útiles con su ciencia que siempre rumian para sí.
Pero tiene la cola como un oso, ya que todos sus modos están definidos en la inestabilidad de la iniquidad y en el rugido de la malicia, cuando intentan resistir a todo y combatir todo, pero vencidos por el auténtico y justo juicio y reducidos a la nada, son derribados.
El resto de su cuerpo es parecido a un cerdo, porque los hombres que se dan a la injusticia se ensucian con el barro de este vicio y yacen en su suciedad. Sus obras, tortuosas por el gruñido de la injuria, funestas por la injuria hecha a muchos, no prevén ninguna rectitud de sabiduría, ni las atrae ningún consejo de la justicia. Quieren que todo ocurra gracias a sí mismos y que todo se realice según su voluntad y tratan continuamente de ser superiores a los demás, como expresa claramente este vicio en otra parte con sus palabras anteriormente referidas. Le contesta la Justicia, y exhorta los hombres a no imitar este vicio.


XXVII. LA ACEDIA, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO

La segunda imagen viene a representar la Acedia y sigue a la Injusticia puesto que descuida la justicia y no está atenta. Manifiesta más bien ceguera de mente, tanto que no se fija sinceramente en Dios.
Esta imagen tiene semblante infantil y pelo blanco. Los hombres que quieren la acedia, no investigan en lo que contemplan ninguna disciplina con sabiduría y discreción, solo buscan su utilidad. Y ya que en sus acciones son necios e inestables, aprenden a tener ligereza en sus corazones y no quieren ninguna honestidad sino la lúbrica pereza.
Viste una túnica de color pálido, bajo la que ha retirado brazos y manos y con la cual ha cubierto sus pies y el resto del cuerpo, tanto que no se puede discernir el resto de sus formas. Esto es porque los hombres que no tienen que hacer, en el ocio se rodean de las tinieblas inútiles y entumecidas de la negligencia, en las que incluso esconden la fuerza que deberían tener en sus obras, cuando descuidan cumplir obras buenas y eficaces. Y mientras hubieran debido caminar por la calle de la rectitud, con estas tinieblas hacen desaparecer su huellas y las de sus obras, tanto ellas como las consecuencias, con tal descuido y pereza, que no se puede encontrar ningún rastro de santas virtudes. En el aburrimiento están y en el aburrimiento viven, no se preocupan de la salvación del alma ni hacen ningún trabajo por el cuerpo, sino que entumecidos en el ocio afirman querer vivir una vida tranquila, como en efecto también el vicio mismo en sus anteriores palabras manifiesta claramente. Lo rebate la Fortaleza, y persuade a los hombres a no ensuciarse con la acedia, sino a socorrer rápidamente a los demás, tanto en el alma como en el cuerpo. La Fortaleza también los anima a usar sus manos para hacer un poco de trabajo útil, como también se ha escrito.


XXVIII. PALABRAS DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA SOBRE ESTE TEMA.

“¿Una mujer fuerte ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas venidas del confín de la tierra. En ella confía el corazón de su marido, y no será sin provecho Siempre le dará alegrías y nunca penas por todo el tiempo de su vida. Se busca lana y lino y lo trabaja con manos diligentes. Es como nave de mercader que de lejos trae su provisión”. (Proverbios 31,10-14). Y el sentido de estas palabras es el siguiente:
El hombre que desea ser fiel, que rechace la ligereza femenina y busque, investigándolo con celo, una fuerza viril unida a la mansedumbre, porque su gloria y fama llegarán hasta los confines del mundo cuando Dios sea glorificado en virtud de sus buenas obras. Por tanto tendrán confianza en él los hombres de mayor poder, y le tributarán el honor de las virtudes. Él no roba e injustamente explota, es decir que no usurpa para sí con mentiras ninguna alabanza. Entonces se le darán buenas recompensas y no las rentas deshonestas, mientras persista en las buenas obras, ya que con sus justas fatigas hace las obras dignas de quien tiene fe, tanto para los demás como para él mismo. Él, en efecto, adopta para actuar, tanto la suavidad como la dureza, sabiendo bien cuando ser dulce y cuando ser áspero, puesto que sabe considerar exactamente que conviene a los demás, tanto en el modo de comportarse como en el modo de actuar.
Así con la ayuda de su sumo Dador y con el apoyo de sus oraciones, esta mujer se hace cargo de los pecados de aquellos que han pecado y de quiénes están lejos del camino de verdad. Les suministra lo que es necesario para el momento presente y para la vida en general, aunque no les libra de las tentaciones peligrosas de tormentos perversos, y así, lleva a la puerta de salvación a todos los que la imitan en la fe. Pero, ¿quien entre los hombres, con esmerada búsqueda, podrá encontrar de nuevo una mujer, es decir la sabiduría, que rechace la molicie y se revele firme en la fortaleza? En efecto, no parará de buscar hasta que la encuentre, sin dejarlo ni por aburrimiento, ni por la duración del viaje. Ella es aquella vianda de quien nadie se puede saciar, el resplandor con que todas las joyas refulgen, la gema que adorna al oro. Ella discierne todo lo que entre las criaturas debe ser distinguido y aplica de muchos modos esta distinción a la esmerada elección de lo que tiene que hacer. Y no se abstiene, porque en ella residen todas las utilidades. Desde muy lejos, tanto en las regiones celestes, como en los extremos de la tierra, se reconoce su valor, puesto que discierne las cosas del espíritu y las del mundo. Por eso, el hombre creyente debe dedicarse de tal manera a su alma, que una la contemplación de Dios mientras hace sabiamente todos sus trabajos.
La sabiduría complace al corazón de Dios fuerte y omnipotente, en el que no hay necesidad sino suprema plenitud. Dios no carece de nada y de Él pueden recibirse todas las cosas, puesto que desborda de todos los bienes. Por tanto Dios le concede todo lo que es digno de alabanza y de gloria y se lo concede por corresponder a su nombre durante los días que pasa con Él, es decir siempre, dado que ella siempre estuvo con Él, y con Él siempre permanecerá. Pero ella, en el secreto de su ardor buscó la mansedumbre como la lana y la piedad como el lino; realizó las obras celestiales con cauta y solícita deliberación en todas las acciones que realizaba con sabiduría y con ellas protege a los hijos del hombre, para que no se presenten desnudos en la presencia de Dios, y no permite que sean perezosos, ya que les muestra las muchas obras en las que pueden actuar, puesto que ella siempre está en actividad. Por tanto tiene la fe intensa, y su fidelidad se compara a un barco que transporta todas las mercancías buenas y necesarias para los hombres, y pertenece al que, siendo artífice del mundo, prodiga el reino celeste a los que lo solicitan en virtud de sus justas fatigas. De un término al otro del mundo, la fidelidad de la sabiduría hace venir abiertamente la comida con que tienen que alimentarse todos los que desean ser salvados, para que no decaigan a lo largo del camino por la fatiga de sus almas, para llegar fortalecidos hasta a la plena saciedad de aquella comida, de forma que no tengan más hambre.


XXIX. EL OLVIDO DE DIOS, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

Y ves la tercera imagen que representa el Olvido de Dios, viene después de la Acedia, porque los hombres se entumecen tanto en su servicio a Dios como en hacer otras cosas, y antes o después dejan a Dios en el olvido como si no lo conocieran, y no desean estar unidos a Él, distraídos por las muchas preguntas que sugieren los escarnios diabólicos. Así llegan a estimar sus propias decisiones como más importantes que las de Dios, por lo cual consideran sólo a Satanás en vez de a Dios.
Su cabeza es como la de una salamandra y el resto del cuerpo se parece al de una lagartija, porque los hombres que caen en este vicio se han obstinado en su corazón y en su voluntad, y oponen con arrogancia sus obras a Dios, y así hacen todos sus trabajos de prisa y sin moderación, por lo cual a veces este vicio, relacionado con la envidia y la incredulidad, sobrecoge a aquellos hombres, tanto que no saben muchas veces que puedan hacer.
Delante de ella aparece una nube negra, turbulenta y sombría, mezclada con una densa nube blanca, porque los que dejan a Dios en el olvido se proponen muchas reflexiones en sus planes, y ora resultan negros en la maldad, ora turbulentos en la incredulidad y sombríos en la inconstante variabilidad de sus hechos. Y todo eso, en general, les gusta, lo que representa la nube blanca, cuando mezclan todas sus obras según el placer de su voluntad, y no hacen más que lo que su deseo les indica.
La figura pone las patas anteriores sobre a la nube, lo que significa que los que viven en el olvido de Dios dirigen sus pasos, que deberían conducir en primer lugar a la salvación de sus almas, no al bien sino al mal, y dividen todas sus acciones y sus caminos en dos calles, es decir el olvido de Dios y la dureza de corazón. Sólo prestan atención a lo que su corazón les dice, como en otra parte anterior este vicio muestra claramente. Pero a él se opone la Santidad, que exhorta a los hombres a querer realmente a Dios, abandonado el olvido de Dios.


XXX. LA INCONSTANCIA, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

Que veas yacer en las tinieblas una rueda parecida a la de un carro, que, como movida por los vientos, gira como una muela de molino, significa que el camino de la inestabilidad, que no tiene ni principio ni final, cargado por muchos excesos y recargado por muchas vanidades, se entumece con la incredulidad, y sin embargo está empujado por las tentaciones terrenales al punto que no queda en ninguna condición de decoro, sino que corriendo aquí y allá, trastorna todas las antiguas instituciones, atrapado por una inquietud siempre nueva.
Sobre sus rayos hay integrados cuatro bastones, largos como la estatura de un hombre erecto, porque como la figura permanece firme en la inestabilidad que ella misma mantiene, y no quiere abandonar la incesante alternancia de sus cambios, así, en las cuatro partes del mundo han arraigado muchas costumbres de los hombres que solo buscan su placer, cuando asumen ahora un comportamiento, luego otro y transforman las costumbres antiguas con las nuevas.
Y entre los radios había una especie de figura humana, que representa la inconstancia, ya que este vicio con aspecto de hombre está en el medio de las diferentes costumbres de los hombres con los lazos de la insolencia, porque se sabe que hombres en las mismas acciones son más inconstantes que las otras criaturas. Este vicio que rechaza todo el decoro, sigue al olvido de Dios. En efecto, cuando los que no tienen fe han abandonado a Dios y lo han relegado al olvido, se vuelven a la inconstancia y alcanzan la inestabilidad por sugestión diabólica. El diablo no se sujeta, no enseña ninguna sabiduría, no enseña ninguna paz, no quiere la moderación, siempre seduce a los hombres y los empuja a diversos cambios, ya que él mismo se encuentra en la inestabilidad y quiere la inestabilidad, y continuamente atormenta a los que son estables.
La figura empuña un bastón con cada una de las dos manos, mientras que otros dos bastones se encuentran a su espalda. Significa que este pecado dirige las acciones habituales de los hombres unicamente a la búsqueda de placer y hace que los hombres descuiden sus otras acciones terrenales y espirituales, ya que la antigua serpiente, procurando inquietud a los hombres que sirven tanto a Dios como al mundo, con la inconstancia hace que tengan ahora este comportamiento y luego otro, qué ahora cumplan estas acciones y que luego las dejen.
Y la figura gira junto a la rueda, porque este vicio que no puede pararse en ninguna posición de estabilidad sino que siempre está en movimiento en la inestabilidad, se agita con cualquier viento, ora elige esto, ora lo abandona, ora va a sólo investigar las antiguas costumbres en el comportamiento de los hombres, ora en su comportamiento sólo acepta las costumbres nuevas.
Tiene pelo crespo y negro, ya que lleva a los hombres a creer que poseen en sus mentes una ciencia múltiple. Pero no la poseen, puesto que no tienen el vigor de la clara rectitud, sino que con su retorcida vanidad quieren lo negro de la perversidad.
Tiene las manos parecidas a las patas anteriores de una mona, porque todas sus obras se parecen más a la soberbia necedad que a la verdadera prudencia, ya que en ella cree poseer el adorno de la prudencia mientras camina inmersa en la necedad. Y tiene pies parecidos a patas de gavilán, porque en sus pasos enseña amargura, ya que quiere hacer sólo lo que sirve para su propio placer. Lo que quiere, lo hace solo para él sin pensar si es útil a los demás.
Que su vestido esté adornado de bandas de color blanco y negro, significa que a veces cuando actúa, como ataviándose con bonitas cintas, se adorna de escándalos e injurias, cuando en realidad camina en contra de la via de la justicia. Así, a veces este pecado oscurece a los hombres con el engaño, cuando afirma realizar una acción para conservar su santidad o realizar otras para evitar la maldad, actitud con la cual no ganan ni la gloria ni el honor de los sabios y los disciplinados, sino el fastidiado rechazo de los que no la quieren, sino más bien la aborrecen como la peste. En efecto, los que son constantes en cualquier tipo de honestidad y bondad no pueden honrar completamente ni tampoco querer completamente a quién demuestra inconstancia en las palabras y en las obras.
Además, echa una red para capturar animales, pero no coge nada, porque este pecado a menudo prodiga sus esfuerzos para engañar a los hombres dignos, cuando trabaja para atraérselos a sí, pero no lo logra, ya que las almas estables permanecen estables en sus modos buenos y honestos y no piensan cambiarse. Luego, este vicio toma en consideración sus propios motivos para exaltarse, cree necios a los hombres que no lo siguen, y afirma que los que lo quieren son mucho más sabios, probos y felices que los otros, como en otra parte demuestra en su discurso. Le contesta la Constancia y demuestra que es necio y vano, y que con sus seguidores está destinado a descender en un lago de miserias.


XXXI. LA PREOCUPACIÓN POR LAS COSAS TERRENALES, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La quinta imagen representa la Preocupación por las cosas terrenales y acompaña a la Inconstancia, porque los hombres que son inconstantes en su comportamiento y en sus obras, por la inestabilidad que a menudo tienen en sus mentes quedan enredados en la preocupación por las cosas terrenales que se oponen a las celestes y no buscan la comida reparadora de la vida.
Y, como ves, tiene aspecto humano, y representa el malestar de las ocupaciones mundanas y terrenales. Tiene la cabellera de un color pálido que representa su ánimo errante, que corre aquí y allá con necedad y gran estrépito. En efecto, los hombres afligidos por este vicio tienen que soportar la máxima inquietud tanto de alma como de cuerpo. Por este vicio, lo que para los otros hombres representa inquietud, para estos en cambio es motivo de tranquilidad, y lo que es inquietud para estos, es quietud para los otros.
Por lo cual está de pie desnuda en las tinieblas como en un tonel, porque los sentidos y corazones de aquellos hombres están tan cubiertos y enredados con el negro de las preocupaciones y ansiedades terrenales que, desnudos de la suprema santidad, tienen el mismo placer que tendrían tomando un baño agradable. Y ya que quieren la desnudez de la ignorancia, no desean ni solicitan ni buscan cerca de Dios el vestido de la salvación, puesto que todas sus miradas y sus esfuerzos tienden a los bienes del mundo y con acérrima actividad se dedican a lo que es temporal y caduco. Así lo afirma este vicio en el discurso que anteriormente se recoge. Le contesta el Deseo celeste, y exhorta los hombres a tener las cosas temporales en menor consideración que las cosas celestes y eternas.


XXXII. LA OBSTINACIÓN, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La sexta imagen representa la Obstinación de la mente, sigue a la Preocupación por las cosas terrenales, ya que los hombres que se hunden en las preocupaciones terrenales caen en la obstinación, porque no tienen ningún respeto por Dios en sus corazones, como si sus corazones casi estuvieran manchados con pez y se mantuvieran unidos. Y hablan y actúan como si Dios no existiera para nada, por lo que no conocen lo que es bueno, y no investigan la ternura de la piedad, sino que en la dureza se han obstinado contra Dios.
Esta imagen tiene la forma de un búfalo, porque este vicio hace que los hombres sean duros y ásperos en sus corazones, y se eleven a la altura de una seguridad insegura, tanto que no dan consuelo a nadie y no tienen ninguna solicitud por buenas cualidades de la razón que se encuentra en otros. Corren al encuentro de los demás hombres con el dardo de las palabras y con la amargura de sus obras, sin sujetarse a nadie, sin proteger a nadie, solo infundiendo asombro y temor a cuantos pueden. Esto fue lo que mostró en las palabras que dijo anteriormente. Pero el Arrepentimiento se opone, invitando a los hombres a dejar la dureza y a suspirar frecuentemente por las cosas divinas, viendo que Dios puede arrancarlos misericordiosamente de las tormentas de los malos espíritus, tal como rogó el profeta también David, cuando dijo:


XXXIII. PALABRAS DE DAVID SOBRE ESTE TEMA

“Sácame del fango, no me hunda. Líbrame de los que me odian y de las aguas profundas. No me sumerja el agua borrascosa, no me trague el abismo, ni el pozo cierre sobre mí su boca”. (Salmo 69,15-16). El sentido de estas palabras es el siguiente:
Señor Dios, con la benevolencia de tu gracia me arrancas, pecador, de la podredumbre en la que he nacido por la carne, y a la que me empuja al pecado que surge en mí por aquella dureza que te niega. Arráncame también de la gran concupiscencia de mi carne, que es impura, ensuciada de barro. Porque en un primer momento Tú me creaste de tierra, pero después de la caída de Adán yo me he vuelto barro inmundo en el que se arrastran gusanos torpes y dañinos, y la perversidad se alza en mí en todas partes. Pero, por la vigorosa virtud de tu gracia, mi carne habría tenido que exhalar los aromas de las buenas obras, porque la carne del hombre con el conocimiento de bien y el mal puede ser tanto útil como inútil, aunque la mía se incline al mal.
Tú oh Dios, sin embargo, sustráeme de las acciones asquerosas, para que no me halle en el hedor del inutilidad o en aquél olvido que, como una espina mortal, me perfora en la perdición. Y haz que me eleve de aquel barro con el suave perfume de las virtudes, por la ciencia del bien, de modo que yo pueda pisotearlo dirigiéndome hacia el bien. Pero también líbrame de los que me odian y quieren privarme de todo el conocimiento bueno que Tú me diste en la ciencia del bien, es decir líbrame de los que están inmersos en el gusto del pecado. Líbrame también de la profunda caída en los pecados que intentan ahogarme, es decir, aquellos que me hacen esclavo de la lujuria. Que, con el auxilio de tu bondad que arranca todo mal no me sumerja en el tumulto de aquella peligrosa iniquidad que es la avaricia, ni, que por la costumbre a las acciones malvadas, me trague la antigua serpiente, que como el infierno, yace en lo profundo del olvido de Dios. Que no cierre su boca sobre mí el remolino del abismo, es decir la muerte, que es el mal resultado y el cumplimiento de todas las obras de la soberbia. No dejes que la muerte, aprisionándome en su boca cerrada, me tenga prisionero de modo que nada me pueda arrancar de ella. Tú lo harás, oh Dios, no por mis méritos, que son pocos, sino sencillamente porque eres benigno.
El hombre a quien Dios escucha es bendito y recibe de Dios el regalo de buscar lo que merece la pena encontrar.

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