LA INJUSTICIA
Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes, que proclamaban a grandes voces: "Lucifer hará lo que le parezca, y nosotros con él. Ni él ni nosotros haremos otra cosa”. Estos espíritus sugieren a los hombres la Injusticia y los persuaden para que nadie de a otro lo que es suyo.
XLIII. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE INJUSTICIA Y RAZÓN DEL CASTIGO.
Y vi un lugar horroroso, lleno de espinas ardientes, abrojos y gusanos horribles, y espíritus malignos con látigos ardientes que seguían por ese lugar a las almas de los que mientras estuvieron en el mundo habían persistido en los caminos de la injusticia. Y estas almas fueron castigadas con espinas y abrojos ya que en todo lugar habían sostenido la injusticia en sus palabras y hechos. Fueron atormentados por los gusanos ya que en la injusticia mantuvieron desagradable aspereza. Fueron afligidas por los espíritus malvados con látigos ardientes ya que en su injusticia no respetaron a nadie. Y vi y entendí estas cosas.
XLIV. DE QUE MODO LOS HOMBRES HACIENDO PENITENCIA PUEDEN BORRAR EN ELLOS MISMOS EL PECADO DE INJUSTICIA.
Y de nuevo, oí una voz de la luz viviente que he descrito, que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas y son tal como las ves. Por tanto los hombres que quieran vencer estos pésimos espíritus y evitar las penas de este vicio, rechacen toda injusticia, soporten ayunos y azotes, y dedíquense a continuas oraciones fervorosas y excelsas. Y todo esto hágalo en la medida en que se lo indique el consejero espiritual de sus almas”.
XLV. LOS QUE QUIEREN LA INJUSTICIA NO QUIEREN OBSERVAR LA LEY, YA QUE EN LA INJUSTICIA NO SE ENCUENTRA NINGUN TIPO DE EQUIDAD.
A los que quieren la injusticia y mantienen esta actitud, los demás hombres les halagan con la mano derecha y con la izquierda, pero ellos no escuchan a sus maestros y no quieren la ley. No quieren respetar las instituciones de la ley, sino que establecen como ley todo lo que quieren, tan amplio como quieren. La injusticia es como una noche en la que la luna se ha oscurecido y las estrellas no resplandecen. Y así como en esta noche no se pueden distinguir los tiempos, ni gracias a la luna ni gracias a las estrellas oscurecidas, así en la injusticia no se encontrará ningún orden de equidad.
Es como una comida cocida y falta de gusto, porque sin la doctrina de la verdadera ciencia está como alimento sin cocer, y sin sabiduría está falto de gusto. Carece también del agradable sonido de la razón, ya que la razón produce un sonido de alabanza y un regocijo que toca la cítara para alabar a Dios. Y en ella también el hombre fiel magnifica a su Creador que tiene que ser alabado dignamente por su criatura con cada esfuerzo de la mente y del cuerpo, con humildad de espíritu y contrición de corazón. Por lo cual también Yo, que todo lo he creado, afirmo:
XLVI. LOS FIELES ALABEN A SU CREADOR, PORQUE EL ALMA, CUANDO OYE LA SINFONÍA, A MENUDO PRORRUMPE EN LLANTO.
Vosotros que queréis ser partícipes de la Jerusalén celeste, alabad a vuestro Creador con el sonido de la fe, que repica con la comprensión de la razón en todas las obras de Dios con sonido de alabanza, buscando el modo de pronunciar una alabanza a Dios a partir de cada bien. La razón es como una trompeta con voz viva, que realiza su labor cuando se distribuye de diferentes formas entre las criaturas, para que las ayude a devolver el sonido pleno y claro. La razón, con el sonido de su voz viva, trata de hacer repicar la alabanza a Dios de cada bien de la creación que no posee sonido vivo. Tiene en sí tono de júbilo, ya desde la primera inspiración con la que Dios infundió el alma en el hombre.
Y por tanto alabáis a Dios con aquel conocimiento puro y conveniente que templa en las criaturas cualquier sonido. Y también con la suave y profunda sabiduría, que sabiamente dispone cada cosa según justa distribución, o que en el ánimo del hombre sabiamente distingue las cosas del cielo y dulcemente se da cuenta de las de la tierra. Pero el alma del hombre también tiene la armonía en sí mismo y parece a una sinfonía, por lo cual a menudo lanza una lamentación, ya que se acuerda que le enviaron de su patria en el exilio. Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para actuar el bien.
LA ACEDIA
Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes, que proclamaban a grandes voces: “Quien o qué sea Dios, no lo sabemos, pero conocemos a quien vemos y lo que vemos”. Estos espíritus inducen los hombres a la acedia y los exhortan a ser tibios en todas las cosas.
XLVII. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS QUE, EN EL MUNDO, PECARON DE ACEDIA Y RAZÓN DEL CASTIGO.
Y vi una masa de aire tenebroso mezclado con fuego, en la que los espíritus malignos hacían correr de aquí para allá, golpeándolas con bastones de fuego, las almas de los que habían elegido la acedia en su cuerpo mientras vivieron. Estaban en la masa de aire tenebroso a causa de la acedia que habían tenido. Soportaron el fuego por la necedad con que no tuvieron a Dios en consideración alguna. Tuvieron que tolerar los tormentos de los espíritus malignos por su pereza, porque en vida se negaron a fatigarse con obras justas.
Y vi y entendí estas cosas.
XLVIII. COMO LOS HOMBRES QUE PECAN DE ACEDIA PUEDAN CASTIGAR EN SÍ MISMOS ESTE PECADO HACIENDO PENITENCIA.
Y desde la luz viviente, de nuevo oí una voz que me dijo: “Estas cosas que ves son verdaderas. Pero si los hombres están preocupados por evitar los espíritus que los persuaden de la acedia, y por evitar las penas reservadas a este vicio, deben castigarse con ayunos y azotes, y después librarse de la acedia con excelsas oraciones, sirviendo a Dios en la cumbre de la honradez”.
XLIX. LA ACEDIA, QUE SE ESTANCA EN LA PEREZA COMO EL AIRE NOCIVO QUE SECA LOS FRUTOS, SIEMPRE DESCUIDA EL OBRAR BIEN.
La acedia vive como algunos animales, que no tienen rapidez ni en el bien ni en el mal, sino que yacen inertes en la pereza. No teme a Dios, ni le ama, porque ni le respeta por el temor, ni repica en armonía con Él. Tampoco razona como un hombre, ni ruega a Dios con el aliento de su alma. Es como aquel aire inútil y nocivo que seca los frutos de la tierra. Por lo que dice para sí: “Si Dios existe, que sea Dios. Él no necesita mi trabajo. Yo no deseo nada más que vivir plenamente”. Así la acedia descuida el bien obrar. Pero grande es la necedad del hombre que no busca venerar ni querer a Dios, que todo ha creado y cuyo reino no tendrá fin. Demuestra en cambio sabiduría el hombre que observa continuamente a Dios de quien tiene el cuerpo y el alma, en el espejo del propio corazón. Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para actuar el bien.
EL OLVIDO DE DIOS.
Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes que proclamaban a grandes voces: “Vamos, vamos, apresurémonos a ir allá donde tenemos que ir”. Estos espíritus llevan a los hombres al olvido de Dios y los persuaden a no acordarse ni de su Creador ni de su obra.
L. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE OLVIDO DE DIOS, Y RAZÓN DEL CASTIGO.
Y vi un gran valle, muy extenso tanto de largo como de ancho, colmado de un enorme fuego y de un insoportable hedor, en el que hormigueaban muchos gusanos de aspecto espeluznante. Allí eran castigadas las almas de los que se entregaron en vida al olvido del temor y del amor de Dios, y no querían saber ni entender qué hicieron. Se encontraban en el valle ya que en sus corazones rechazaron la fe. Ardían en el fuego, porque quisieron la impiedad. Tuvieron que soportar el hedor ya que intentaron oponerse a Dios. Fueron torturados por los gusanos porque tramaban una y otra vez nuevas perfidias llenas de astucia.
Y vi y entendí estas cosas.
LI. DE QUÉ MODO LOS HOMBRES, HACIENDO PENITENCIA, PUEDAN BORRAR EN SUS CUERPOS EL PECADO DE OLVIDO DE DIOS.
Y de la luz viviente de nuevo oí una voz que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas y como las ves. Por lo cual, los hombres que dejan a Dios en el olvido huyan de los espíritus malignos que los llevan a este olvido, restablezcan su corazón, fíjense en su Creador y en sus obras. Y para no ser castigados con los castigos que he descrito, sepárense por algún tiempo de los hombres y castíguense con vestidos ásperos, ayunos y azotes, según la indicación del consejero espiritual que los aconseja”.
LII. EL OLVIDO DE DIOS ENVUELVE EL CORAZÓN DEL HOMBRE CON LAS TINIEBLAS DE LA INCREDULIDAD
El olvido de Dios inspira en los hombres pésimas reflexiones y los persuade a decir: “¿Cómo podríamos conocer Dios, si no le hemos visto nunca? ¿Y como podríamos ser capaces de hacer caso a lo que nunca hemos visto?” El hombre que hace estas afirmaciones no se acuerda de su Creador ya que las tinieblas de la incredulidad han envuelto su corazón. Cuando el hombre cayó en el pecado, toda la creación se ofuscó con él. Dios creó al hombre todo luz y por lo tanto podía ver la luz del cielo más puro, y conoció el canto de los ángeles, y lo revistió de tal claror que relucía con gran resplandor. Pero al infringir el mandato de Dios, perdió todo esto, y todos los elementos cayeron con él, cambiándose en algo peor. Los hombres conservaron, sin embargo, un poco de luz, ya que después de que el hombre se manchó no llevaron hasta el final este pecado. Por lo cual el hombre comprende a Dios, y lo lleva en la profundidad de su corazón, sabiendo bien que Dios lo creó y que creó a todas las criaturas. Conserve el hombre siempre a Dios en la memoria de la ciencia del bien, tal como se ha escrito:
LIII. PALABRAS DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA
“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes de que venga el tiempo de la aflicción, vuelva el polvo a la tierra a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio”. (Eclesiastés 12,1 y 7). Estas palabras deben ser interpretadas del modo siguiente.
Tú que deseas tener la vida gloriosa y la paz de la eternidad, recuerda en las buenas y santas obras que El te creó. Debes hacerlo mientras todavía eres joven, cuando creces y maduras en santidad, antes de que llegue el tiempo en que tu sangre y tu carne disminuyan y tus huesos se desnuden, y antes de que la ceniza de tu cuerpo vuelva a la tierra de la que has nacido convertido en otra vida, y antes de que el espíritu que anima tu cuerpo, abandonándolo, torne al Dominador del mundo, que dio espíritu a tu cuerpo, según la disposición de su gracia. Dios, en efecto, es como un herrero, que regula el fuego con los fuelles y lo atiza, para que su obra se cumpla a la perfección. Pero cuando el espíritu del hombre se dirige de manera correcta por el camino de las buenas obras, podrá volver de nuevo a la feliz eternidad que no acaba, verá la luz purísima y oirá el canto de los ángeles, que Adán vio y oyó antes de cometer aquella trasgresión que le llevó a la muerte. Y así solicitará con fuerte deseo aquel vestido del que se desvistió, es decir del cuerpo, para gozar igualmente con él. Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para actuar el bien”.
LA INCONSTANCIA
Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes. Ellos proclamaban a grandes voces: “Buscaremos con nuestras habilidades, investigaremos todo y todo conseguiremos”. Estos espíritus exhortan a los hombres a ser inconstantes y en todo momento les proponen la inconstancia.
LIV. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE INCONSTANCIA Y RAZÓN DEL CASTIGO.
Y vi un gran fuego en el que se encontraban muchísimos y diversos gusanos que tenían diferente aspecto, donde se castigaba a las almas de los que, mientras se encontraron en su cuerpo, pecaron de inconstancia tanto en palabras como en obras. Ardieron en el fuego a causa de la inconstancia con que engañaron muchos, y por las múltiples perfidias unidas a la vanidad fueron atormentados por los gusanos.
Y vi y entendí estas cosas.
LV. COMO LOS HOMBRES CON LA PENITENCIA PUEDAN RECHAZAR EL PECADO DE INCONSTANCIA.
Y de la luz viviente de nuevo oí una voz que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas. Pero los hombres que quieran rechazar los pésimos espíritus que los exhortan a la inconstancia y deseen evitar los castigos de este pecado, si son seglares, lleven un modo de vida espiritual, pero si son clérigos o religiosos, mantengan más severamente de lo usual la plena observancia de la disciplina en su vida religiosa para alejar de sí la iniquidad de este vicio”. Esta falta habla a los hombres y dice:
LVI. LA INCONSTANCIA, QUE NO QUIERE AVANZAR POR UN ÚNICO CAMINO Y DESEA CONSERVA SU PROPIA VOLUNTAD, ES PARECIDA A UN ÍDOLO.
“¿Cómo puedo avanzar por un único camino cuando tengo más de una elección y cuando los pastos en los que me alimento no son los míos? Dónde investigo la fe, no la encuentro, los que estimo como amigos, son mis enemigos, aquéllos en quienes encuentro amistad, apenas me son cercanos. Por todo esto no puedo en ningún modo tener un pacto de estabilidad. En efecto, tal como cada uno se comporte conmigo, así lo haré con él. Si me sometiera todavía más a ellos, todos me pisarían. Alabo lo que quiero alabar y desprecio lo que me parece despreciable, me escondo del que temo, y así sigo mi propia voluntad. Esto es lo que los judíos hicieron, escucharon a Moisés y después ya no quisieron oírlo, pero al que vieron, a este lo escucharon y creyeron. Como Balaam, que alabó a los judíos y luego encontró otros amigos. Y también hicieron así los paganos, que encontraron en los ídolos las cosas que ellos quisieron encontrar. Lo que puedo probar lo pruebo, en mi insistente búsqueda indago muchos hechos y actuando así me agarro a la una o a la otra parte para no caer, ya que si no lo hiciera, no sabría quién soy. El cielo no me habla, la tierra no me socorre y ninguna criatura me invita a proseguir con ella.”.
Todos los que domina la Inconstancia hablan así, porque sus ojos están ciegos a la fe, sus oídos sordos a la verdad, su lengua muda a los preceptos de la ley, y su corazón es de piedra respecto al amor de Dios. No tienen fe ni en Dios ni en los hombres, pero son parecidos a un ídolo que ignora a Dios y seduce y engaña a los hombres con muchos susurros. Huyan de la inconstancia los que quieran a Dios y respeten a los hombres, rechacen la simulación del engaño y no se acerquen a nada que no sea estable y firme según Dios y no según los hombres. Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para actuar el bien.