VIDA DE SAN RUPERTO
señor de Bingen en la diócesis de Maguncia,
según el texto de la abadesa Santa Hildegarda.
Migne: (Patrología Latina vol. 197). Paris: 1855. Sanctae Hildegardis Abbatissae Opera Omnia, cols. 1083-1091.
NB: El texto utiliza indistintamente los términos “Roberto” y “Ruperto”, nombres con la misma raíz. .
La Patrología lo toma de las Acta Sanctorum, de los bolandistas. Mayo, Tomo III, dia 15, p. 503 ss.
EMPIEZA LA VIDA
Primer Capítulo.
Matrimonio y viudez de Santa Berta. Piadosa infancia de San Ruperto. Su cariño a los pobres.
1. San Roberto era rico y de familia noble. De niño Dios le infundió con generosa bendición toda su gracia, que le llevó a conseguir logros extraordinarios y gratos a Dios.
Veo en visión verdadera a nuestro santo patrón Roberto con su madre en el lugar donde viven ya sin su padre. Realizan buenas obras, sirven a Dios con castidad, modestia y santidad y al mismo tiempo, alcanzan premios eternos a cambio de bienes caducos y temporales.
Diré lo que la luz viva me muestra y enseña en visión verdadera:
Allí donde haya habido auténtica santidad, la fama de santidad puede instalarse y permanecer mucho tiempo. Pero donde no la haya habido, la mentira no puede durar.
En San Roberto hubo santidad verdadera, como me mostró abiertamente la grandeza divina con la maravilla de grandes visiones, cuando fui trasladada con algunas hermanas [del monasterio de Disbodenberg (Monte de San Disibodo) al lugar de las reliquias en Rupertsberg, Monte de San Ruperto, cerca de Bingen], a fin de que quede claro para todos los que disciernen y desean saberlo.
2. El padre de la madre de San Roberto era de estirpe lotaringia y provenía de aquellos gobernantes. Tenía grandes propiedades y riquezas, no solo en su región natal, sino en los territorios vecinos, en Bingen y cerca de la ribera del Rin, y se le consideraba de los mayores príncipes de su tiempo.
Los lotaringios destacaron por su vida de verdaderos católicos, y se dieron a conocer como tales en los tiempos del emperador Carlomargo. Una muchacha que venia de regiones remotas y de familia rica se unió con él en matrimonio y fue la madre de Santa Berta. Cuando tuvieron una hija, que fue Berta, la madre de San Roberto, la dieron en matrimonio solemnemente al gobernador Roboldo, un tirano pagano pero noble y de gran dignidad; por aquel entonces todavía coexistían paganos y cristianos y la fe era rudimentaria.
Por su noble condición, y gracias a sus extensas posesiones, dieron en dote a su hija las tierras que tenían en Bingen, cerca del Rin. Roboldo pudio haberse convertido al cristianismo ya que al vivir con Berta honorablemente durante algún tiempo, pudo haber adquirido para sí honestas costumbres, dignamente admitidas, pero no lo aprovechó. No dejó sus costumbres paganas de unirse a mujeres extrañas y guiándose por convicciones de los infieles, no quiso el bautismo.
Por lo cual su santa esposa tenía su corazón atormentado y ofrecía a Dios que si le libraba de él, no se casaría con otro hombre; y por eso ofrecía alabanzas a Dios suspiros, lágrimas, oraciones y limosnas y decía:
-¡Ay! ¿Cuándo seré liberada de los asuntos del mundo, que son prisión amarga para mi alma y mi cuerpo?
Pero aquí hablamos más de su buen corazón que de su santidad, igual que cuando decimos "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra la paz a los hombres de la buena voluntad" (Luc. II, 14). Berta concibió y parió un hijo y lo envolvió en pañales, si se me permite decir, como la Virgen Madre de Dios envolvió al suyo en pañales.
El padre de Roberto, poderoso con todas las glorias del siglo, como ya se ha dicho, tenía mucho poder. Tenía una fortaleza muy abastecida en aquella montaña que llaman Lubun, desde donde ejercía el gobierno de toda la provincia casi hasta Maguncia. Y cuando el san Roberto tenía tres años, su padre murió ante Dios y de los hombres mientras mantenía grandes combates contra los cristianos. Su esposa, Santa Berta se quedó viuda.
3. Viéndose libre de la sujeción del marido y de las inquietudes del mundo, Berta abandonó el campamento y se refugió en un lugar situado sobre el río Naha, donde ahora se conservan las reliquias de san Roberto, y allí construyó una iglesia. Renunció a las alhajas y vestidos suntuosos y en adelante no atendió la dignidad de su alcurnia y riquezas sino que, vestida con trajes gruesos y de penitencia y ceñida con un cíngulo, eligió vivir el resto de sus días al servicio de Dios y su viudez en continencia. Mucho después, también se reunieron allí hombres buenos de otros lugares que se quedaron en este lugar; se mortificaban con vigilias y ayunos y también con oraciones y con limosnas. Diariamente servían a Dios y ella fortificaba a su hijo con el buen ejemplo de la santidad. Como temía que su hijo, pudiera inclinarse a los placeres del mundo a causa de sus parientes y amigos y no quería que esto sucediera, se lo pedía a Dios día y noche. Gran número de potentados que lo mismo honraban a Cristo como servían a los ídolos, la fastidiaban y la acosaban con cuestiones mundanas y carnales, como riquezas y haciendas deseables, pues ambicionaban unirse con ella en matrimonio. Berta rechazaba a todos con la misma determinación y voluntad, pues realmente solo deseaba complacer a Dios, y trabajaba para llevar a su hijo más a la gloria de Dios que a los honores del mundo. Y mientras, veía brotar en su hijo las buenas virtudes y la buena esperanza en la vida celestial, y lo veía más dispuesto a las cosas eternas que a los bienes caducos. Y gozaba por los muchos dones del Espíritu Santo que veía en él.
4. Cuando San Roberto era niño se alimentaba de leche y no tenía las malas costumbres de llantos y berrinches de la infancia. En sus costumbres se apartaba de la leche de la infancia y se encaminaba hacia Dios con la más firme determinación .
Por lo cual su padre, le odió mientras vivió y muchas veces decía incluso que era tonto e insensato. Pero quienes adoraban a Dios con fe recta le querían mucho desde niño por su bondad y consideraban que sería santo en el futuro, aunque ellos aun no lo supiesen.
En efecto, el Espíritu Santo, que derramó su gracia sobre el Patriarca Jacob estando en el seno de su madre, también había inspirado a aquel niño; Dios protegió las maravillas que hizo en ellos, y tuvieron plena conciencia antes de consolidar la debilidad de sus venas y su médula.
Dios amaba a Jacob antes de que naciera con toda la bendición de la tierra fecunda (es decir de la buena voluntad), e inspiró el mismo ánimo a San Roberto desde su infancia. Dios previó que la tierra sensible de este niño anhelaría a Dios, y como desde entonces comenzó a mostrar en sus costumbres que estaba empapado de este sentimiento, le estimaban mucho todos los que le veían.
Así como el rocío lleva fecundidad al grano, así tambien en todas partes donde hay bondad en un hombre, se encienden de amor a él los buenos deseos de los demás hombres. Cuando el joven Roberto tenía siete años, deseaba aprender las letras que le enseñaba su madre, pero no quería ser clérigo, sino ocupar el puesto de su padre como gobernador de la provincia para defender la Iglesia. Era misericordioso con los pobres y estaba lleno de gracia del Espíritu Santo, de la misma manera que las pasiones del hombre se reprimen con los que le sirven.
Siguiendo sus costumbres juveniles, allí donde encontraba pobres pequeñuelos se los presentaba a su madre, y la decía:
-Madre, he aquí a tu hijo-, y ella respondía recibiéndolos benignamente:
-Hijo mío, hermanos tuyos son.
Educado conveniente y honestamente y progresando en sabiduría ante Dios y los hombres, llegó a la juventud con santas costumbres y virtudes, ungido con el óleo de la santidad, igual que David, que aunque viviera corporalmente rodeado de honores, con el óleo de la alegría desdeñó la gloria del universo entero delante de sus compañeros [Sal.44, 8]. Roberto vivía sus buenas y santas costumbres, frecuentaba continuamente la iglesia con piadosas oraciones, aprendía los libros sagrados, y confiaba en adquirir buen conocimiento y piadosos estudios.
5. Cuando llegó a los doce años su madre le dijo:
-Hijo mío, puesto que tenemos muchos recursos y riquezas, ofrezcamonos a erigir un lugar de oración para gloria de Dios y salvación de nuestras almas. - Pero Roberto replicó:
-No, madre mía, antes tenemos que oír el Evangelio; y el profeta dice: "Parte tu pan con el hambriento, y recíbe en tu casa al pobre sin techo" (Isa. LVIII, 7). Y en otro sitio dice: "Cuando veas a un desnudo, cúbrelo, y no te apartes de tu carne" (ibid).
Ante lo cual, al oirlo su madre se alegró mucho de que su hijo la diera un consejo tan valioso. Gracias al Espíritu Santo, aquel hombre joven destilaba como bálsamo buenos y santos deseos en su alma. Antes de dormir, Berta rumiaba de qué modo podrían poner en obra las cosas que le había dicho el hijo.
El Espíritu Santo infundió a Roberto un sueño en el que vio a un anciano de hermosa cara que lavaba a unos chicos en agua clara y después los introducía en un huerto con toda clase de flores y con los árboles más hermosos y aromas de todas las especias, y los vestía con túnicas blancas.
San Roberto, cautivado por aquel lugar, dijo suavemente al anciano:
-Quiero quedarme aquí.- A lo que el anciano contestó:
-Aquí no te quedarás así, porque en el cielo, donde serás compañero de los ángeles, te prepararán una escala fecunda. Por eso no seas perezoso en conseguir lo que has dispuesto para los pobres, y cuando des sustento y vestido a los pobres serás alimentado con la comida de la vida. Y te podrás poner encima la ropa que Adán perdió por desobediencia. Tu puedes escoger la mejor parte mientras tu alma esté peregrina en la tierra.
Después de que se le reveló lo que había visto en sueños, el joven San Roberto, se lo contó a su madre que muy complacida, oraba a Dios de rodillas diciendo:
-Señor, Dios mío, colmas mis deseos respecto a mi hijo
Y luego, la madre y hijo, amparaba a los pobres y desnudos en ciertos habitáculos construidos junto a su casa cerca de la ribera del río, a los que alimentaban y vestían dos fieles y santos varones. Uno de éstos, llamado Wigberto, les servía como sacerdote pero el otro no estaba instruido. San Roberto, a pesar de su edad y su condición de noble, muchas veces lavaba por amor a Cristo los pies de los pobres y con frecuencia les preparaba el dormitorio. Asi sirvió a Dios fielmente hasta que cumplió los 15 años.